Sin embargo, la genialidad de Eduardo Bechara no tiene límites y hace un par de meses lo vimos en la sección Gente de Semana –desechado extrañamente de unas páginas culturales que, al paso que van, deberían llamarse “El bestiario de la cultura”– mojando prensa porque, según él, se encontró a su doble, que además es argentino. Un doble tan doble que hasta tiene el mismo nombre, se deja la misma barba y escribe igual de mal. Por eso, este mes decidimos homenajear al único escritor colombiano el doble de imbécil que Ensuncho con este conmovedor perfil, que vale por dos y por eso lo dejamos para el último día del segundo mes.
La carrera de Becho –como le dicen sus amigos– empezó en el lugar ideal para arruinar cualquier carrera: la Universidad de los Andes. Este joven de familia venida de Europa Oriental, con cierta posición económica y una notable deposición cerebral, estudió Derecho pero luego se torció y optó por la Literatura –así, con mayúscula inicial para hacerla más sublime–. A falta de suficientes contactos que le publicaran sus audaces crónicas, cuentos y novelas, Eduardo escogió el camino del que tiene un marrano y no una editorial incauta: autopublicar. Así, el mundo tuvo la fortuna de ignorar dos grandes obras: La novia del torero y Unos duermen, otros no. Para empezar a deleitarlos, vamos a incluir una serie de fragmentos de esta última (advertencia: si usted está en su oficina o en medio de una clase, mejor no lea esto o asegúrese de contener la risa).
“Me sentí atravesándolo como si fuera la vagina del Albatros. (…) Me imaginé penetrando su rosácea flor de cuerpo entero. (…) Quise gritar su nombre; eyacularme en ella como si fuera un espermatozoide en busca de su fertilidad”.
“Lamí el vórtice de sus pelos enmarañados. Metí la nariz dentro de su vulva y exhaló un gemido”.
“Descendí sobre su pubis, lo lamí primero con ternura y luego con desenfreno. Miré su rostro de placer mientras lo hacía. Bajó mis pantalones y me chupó”.
Qué poético, recuerda esa salsa erótica que dice “cuando tiemblo y me derramo sobre ella”. ¿Y dónde queda el pubis del Albatros como para poder verle la cara? En lo que sí estamos de acuerdo con la forma en que se considera es en lo de "me chupó".
“Sacó el disco ¿Dónde están los ladrones? de Shakira y lo puso. Salimos de Bogotá por Soacha. Las calles estabas sucias. Había basura regada por todos lados”.
Claro, la basura también iba en el carro, estaba sonando por los parlantes y fluía por las venas de este escritor.
“Desanudé mi corbata. Arrojé mi morral en la primera caneca pública que encontré. Me perdí por la ciudad. La entropía de la mañana seguía su curso natural”.
Eso: como tu familia te mantiene, mándalo todo a la mierda. También deberías dejar de escribir. Y explicarnos a todos –menos a Mario Mendoza– qué carajos es la entropía de la mañana.
“Miré las paredes de mi cuarto, viendo en ellas reflejado un sufrimiento que se extendía por el tapete hasta los guarda escobas de madera”.
¿Estaba bajo el efecto de algún hongo o eso fue una metáfora de quinto de primaria?
“Conozco al Albatros; con ella volé en paracaídas”.
Pregúntese usted, bobo lector: ¿con cuántas personas ha montado en Transmilenio y a cuántas de ellas conoce?
“Tienes buena sazón, Boris. (…) El otro día leí que los hombres que tienen sazón son buenos papás”.
¡Ay, brutas: el hombre de nuestros sueños!
“Mucho cínico. (…) El man se va a las cinco de la tarde y nosotros nos tenemos que quedar hasta quién sabe qué horas.Dago, toma nota, aquí puede estar la trama de tu próxima película y/o telenovela. Por si no sabes todavía de qué se trata, Dago, te dejamos la reseña oficial de la novela, en la que demuestra su conocimiento de la realidad del país al combinar dos de sus flagelos: el terrorismo en Bogotá, tan feo que es, y el sufrimiento laboral en las firmas de abogados. Para entender la profundidad del personaje, hay que prestar especial atención a aquello de lo que se da cuenta:
—Unos duermen, otros no – le respondí.”.
Unos duermen, otros noPublicada en 2006, es el producto emblema de la Editorial Escarabajo, su editorial, que como verán en el link catálogo, tiene una producción constante, de la que también es prueba Escarbajo Revista.
La novela que denuncia el abuso laboral como nueva forma de esclavitud.
Boris Estefan Porvorsky, un joven abogado en una firma prestigiosa de Bogotá, pierde a su hermano en un atentado terrorista, dándose cuenta de que las cosas no son como aparentan. Enfrentado al fantasma de Tufik Estefan Porvorsky y a la cruda realidad de una familia que se desintegra, intenta luchar contra un personaje siniestro, Jerónimo Pinillos, su propio jefe, quien maltrata, denigra y subyuga a sus empleados dentro de la oficina. El abuso laboral como nueva forma de esclavitud, junto con una coyuntura nacional de la que nadie puede escapar, conforma la vida de Boris, quien sólo hasta el final, descubre el misterio que hay detrás de la muerte de su hermano.
Pero eso no es todo: Bechi, como le dicen sus novias, tiene alma de escritor maldito –aunque ni siquiera alcanza a ser un escritor malito– y decidió irse a viajar, a recorrer el mundo, a recoger esas historias hermosas que construyen el planeta; no en vano, “el ser humano y su comportamiento dentro de la urbe contemporánea es su tema de fondo”, según su propio perfil. Por eso, Bechara dio el salto al mundo digital, se fue a Brasil, compró una bicicleta y montó un blog en eltiempo.com en el que iba a recopilar historias de un recorrido por Suramérica para recaudar fondos para ayudar a los niños con cáncer. Esa linda causa le duró hasta que anduvo diez kilómetros y su estado físico no le dio para más. Le hubiera salido más barato hacer escopetarras.
Claro, hay un blog en el que siguió escribiendo sobre sus viajes o recicló los de El Tiempo, vaya uno a saber y vaya otro a averiguar. Acá cumplimos con mostrar un fragmento de unas crónicas que parecen escritas por Pirry:
¡Lo voy a lograr! ¡Lo voy a lograr! Me digo ante el viento que golpea el panorámico. El valle se extiende con los volcanes en frente y me siento feliz. Mi felicidad está ligada a la velocidad y al sentimiento de libertad que me abraza ante un delirio aparente. Los kilómetros pasan en mi lucha contra el reloj. Que difícil es eso. Intentar ganarle al tiempo. Desde que me volví escritor mi vida ha sido eso. Una lucha Proustiana de ir en busca del tiempo perdido: tratar de escribir lo que más pueda en lo que me queda de vida.De todas formas, un día que no teníamos plata y queríamos robar, quisimos usar su prestigiosa firma y rendirle un tributo a este barbudo remedo de Proust:
La Fundación Mismo Periodismo en asocio con La Bobada Literaria anuncia su conferencia “Eduardo Bechara Navratilova y el relato de viajes por una causa noble: un estudio paraliterario del viaje en bicicleta”.
Este curso parte de la certeza de que los viajes en bicicleta por Brasil son muy cómodos cuando se hacen en bus: uno casi no se cansa, escribe sobre lo que se tomó en la playa para un blog en eltiempo.com, va a partidos de fútbol y se toma fotos como en cualquier paseo familiar, pero siempre se hace llamar “escritor”.
Pero, por desgracia, nadie se inscribió a nuestro curso.
Y Eduardo Bechara siguió su camino y conoció a su tocayo en Argentina –o, quizás, se le ocurrió la Borgeana (con mayúscula) idea de decir que conoció a un tocayo– y Semana, a falta de un editor que sepa escoger temas, le siguió la cuerda. Entonces, las escritoras de este blog y nuestras dobles decidimos hacer un sesudo análisis comparativo de lo que escriben Eduardo Bechara Navratilova (el colombiano, con segundo apellido checo) y Eduardo Bechara Baracat (el argentino, con segundo apellido de lámpara). Al primero ya lo describimos. El segundo es un joven nómada, un loco de la vida que atiende hostales y también escribe; es más, la casualidad con el colombiano es tan grande que también escribe mal –y, por más que lo intentamos con la ayuda de Daniel Coronell, no encontramos textos suyos anteriores a noviembre de 2010, fecha en la que se anunció públicamente el encuentro de estos dos tocayos–:
Supe de su arte a través de un cuadro que tiene en su poder mi hermana Astrid titulado “Pedro Navaja”. Cuando apareció colgado en su hogar, pensé que el callejón oscuro flanqueado de edificios rojos me tragaría junto a la sombra de dos figuras humanas. La fuerza de los colores me dio escalofríos (no es ebriedad lírica). En frente del lienzo de dos metros por dos metros, supe que a Pedro Navaja lo habían salvado de la muerte una vez más. Artistas como Natalia Zabala tienen el poder de dar vida: ese es el milagro de la creación.
¿Ustedes por qué no son así de sensibles? ¿Porque no son argentinos o de la Universidad de los Andes?
Intento olvidar. Quiero esconder el recuerdo bajo los pliegues de mi corteza cerebral, en el basurero a donde va lo que nos hace mal. Igual que se mete el sol allá lejos.
Ahora todo cobra sentido: a este tipo le hicieron una lobotomía, pero le dejaron abierta la cabeza y se le mete el sol al cerebro.
Lustro la cara de mi guitarra criolla con un paño humedecido. Compré cuerdas nuevas en el negocio de mi amigo fotógrafo “Pata” Vera, y recién las he colocado. El tubo fluorescente refleja su frialdad en la madera de ciprés barnizada. Pruebo con mi pulgar la sexta cuerda, gruesa y brillante. Al accionarla, vibra echando un tono desafinado que se apaga hasta enmudecerse. Tendré tiempo de corregirlo antes de actuar. Guardo la viola y descubro que los herrajes del estuche están oxidados. La compré hace quince años. Pasé diez fuera de mi ciudad, dando vueltas por ahí. Tengo cicatrices nuevas, dolores viejos, y asuntos pendientes. Esta guitarra jamás me ha pedido nada, y me ha dado todo: su tiempo, su voz, su cuerpo y su alma.
Como lo leen: además de mal escritor, este Bechara también es mal músico. Y no necesitarán ser tan suspicaces como Pacho Santos para darse cuenta de que Eduardo Bechara Navratilova y Eduardo Bechara Baracat son el mismo. O que por lo menos el que escribe es el mismo. Y que los textos del uno duermen, los del otro también. Si no nos creen, no hace falta sino escuchar a uno de estos dos sensuales escritores leyendo apartes de su novela o respondiendo las preguntas que le hace otro personaje tan bobo como ellos dos y diciendo que el deporte nacional de Brasil no es el fútbol sino la sonrisa en una entrevista como para morirse haciendo deporte.