No sabíamos si escribir esta entrada en francés o en esperanto, pero como The Real Ramoncito se nos adelantó en la idea de
este perfil, decidimos escribir en vil español y aclarar que esta es una entrada simbólica.
Esta prohembra merecería el título de boba vitalicia sólo por el hecho de haber nacido rodeada de notables figurines nacionales como Misael Patraña y Belisaurio, pero como hay tanta gente con esos méritos decidimos otorgarle un pequeño triunfo: ser personaje del mes en
La Bobada Literaria.
Su carrera política empezó siendo aún una pequeñuela malcriada y autoritaria que, cuando entendió la diferencia entre una visa y una Visa, se casó con un francés y se dedicó a pasear por el mundo con pasaporte chinguen –aún no existía la Unión Europea, pero Ingrid ya la preveía–. Después aprovechó su arrolladora inteligencia, su sensual carisma y las no pocas palancas de su familia para alcanzar algunos cargos de elección popular sin necesidad de ser popular.
Su lánguida cara, su voz de burguesa arrepentida y sus huelgas de hambre –que, en realidad, sólo eran dietas para conservar la línea– la convirtieron en una de las políticas pioneras del
free press. Mientras tanto, su ideal político no daba ni risa: un partido “verde” tan ecológico como una Hummer, unos discursos tan pendencieros y populistas como los de Moreno de Caro –pero con una que otra palabreja en francés para que no la calificaran de ordinaria– y una desbordada ambición política, la llevaron a ser candidata presidencial con un histérico 0.3% de favorabilidad en las encuestas.
Para comprar suficientes votos no le valieron su fortuna familiar, la mitad de los bienes de su ex esposo francés, la mitad de los bienes de su nuevo esposo colombiano con apellido francés, el saludo del presidente de Francia ni sus recurrentes huelgas de hambre. Por eso, un día decidió que la mejor forma de llamar la atención era yéndose a la zona de despeje de la guerrilla para demostrar que tenía más cojones que el mismo Presidente. No hacía falta el paseo para demostrar lo que era evidente –hasta un pez tiene más cojones que Andrés Patraña– y, a pesar de las advertencias, Ingrid terminó secuestrada por la guerrilla.
Muchos han dicho que “se lo ganó”; nosotras, en cambio, creemos que para hacer política hay que escuchar más a la gente, sobre todo cuando hace advertencias y está armada. De ahí en adelante, las ya conocidas palancas de su familia convirtieron a Ingrid en la Juana de Arco tercermundista: megalómana, ridícula y mártir. Y, mientras otros muchos secuestrados llevaban más años encerrados en la selva y sólo a sus familias sin palancas les importaba su suerte, Ingrid era el símbolo internacional del sufrimiento. Algunos incautos incluso dijeron “cómo está de flaca” cuando vieron las pruebas de supervivencia, olvidando que las huelgas de hambre eran su estrategia política más audaz.
Seis años después, el show de su liberación confirmó que Ingrid seguía dominando el francés aunque tuvo que practicarlo con un mico durante su secuestro: su primer discurso se cerró diciendo “l'opération a été parfait” –que sólo los francófonos sabemos que traduce “la operación fue perfecta”– y hasta pensaron nombrarla directora de la Alianza Francesa en Colombia. Pero sus ambiciones eran mucho más grandes: divorcio, libro, telenovela, demandas, intrigas, rifas, juegos y espectáculos estaban en los planes de la rebautizada Ingreed. El primer capítulo de su telenovela empezó cuando esta gala colombiana se bajó de un helicóptero original de un canal de televisión pero disfrazado de helicóptero del Ejército y trató a Juan Carlos Lecompte, el marido sumiso que la convirtió en dummy para no extrañarla durante el secuestro, con la frialdad que aprendió de sus captores.
Así, burlarse de su esposo humillado se convirtió en chiste cotidiano –tanto que hasta
El Bobotazo le hizo un soporífero
homenaje*– y en el programa de la Afrodescendiente Candela hicieron pollas para decidir cuál de los demás ex secuestrados fue su amante en cautiverio, convencidos de que es incapaz de soportar una huelga de hombre: el milico gringo de apellido latino, el político colombiano con nombre de celador o
el soldadito cantautor más desafinado que Marbelle.
Después vino lo mejor: Ingreed quería salir hasta en los comerciales de Frutiño y, como el secuestro es el mejor taller literario, se sentó a excretar las 700 páginas con las que hubiera ganado
El Desafío Literario. Como ven, bobos lectores, nosotras (ahora con barba) ya habíamos hablado de esta mártir de sí misma. Pero gracias a
No hay silencio que no termine –libro que ya viene con título de telenovela para que Teleguisa no tenga que cambiarlo– decidimos darle el reconocimiento de ser personaje del mes. Y como esta es una bobada literaria, incluimos este “espectacular” fragmento, que demuestra por qué Héctor Abad Facholince es el escritor favorito de las tías solteronas, tanto que hasta tiene cara de tía solterona:
Evitando su mirada empecé a hacer cálculos. ¿Podríamos pasar por esa quebradura? En principio, si cabía la cabeza, cabría el cuerpo también. Recordaba mis juegos de infancia: me veía escurriéndome por entre las rejas del parque Monceau. Siempre era la cabeza la que lo bloqueaba todo. Ahora ya no estaba tan segura. El asunto funcionaba para un cuerpo de niño, pero, ¿serían iguales las proporciones de un adulto? Aunque Clara y yo estábamos bastante flacas, me inquietaba un fenómeno que había comenzado a notar algunas semanas atrás. A causa de nuestra inmovilidad forzada, nuestros cuerpos habían comenzado a retener líquidos. Era muy visible en el caso de mi compañera. En cuanto a mí misma, me costaba más trabajo juzgar, pues no teníamos espejo.
Se lo había mencionado a ella, y esto la había fastidiado profundamente. Ya habíamos intentado escaparnos otras veces y el tema se había convertido en motivo de fricción entre nosotras. Nos hablábamos poco. Ella estaba irritable y yo andaba presa de mi obsesión. No podía pensar en nada que no fuera la libertad, en nada diferente de cómo huir de las garras de las FARC.
[El resto de este “espectacular capítulo” lo encuentran acá, preparen una taza de café para no quedarse dormidos y anoten cada adjetivo rimbombante para utilizarlos cuando quieran escribir un libro aplaudido por Héctor Abad Facholince.]
Hablar en primera persona sólo confirma la arrogancia que la llevó hace unos meses a demandar “simbólicamente” a los Estados de Colombia y Francia por cifras que redondean unos 6 millones de euros en cada país, un símbolo con el que se podrían construir escuelas para los campesinos que, con su ignorancia, sirven de
pedicure para “las garras de las FARC”. La misma arrogancia que la llevó a que, cuando la mayoría la criticó por su codicia, concluyera que “Colombia es un país lleno de odio, y por eso no voy a vivir acá”. En lugar de ello, tal vez prefiera quedarse en las playas de Miami con el personaje ese sobre el que dijo que era un primo, como lo demuestra esta foto, en la que queda claro que cada vez se parece más a Marcela Mar.
Pero todo es mentira, porque nuestra Juana de Arco no se detiene: quiere ser alcaldesa de Ramiriquí –el pueblo con el nombre más galicado de Colombia–, montar una sucursal de la Sorbona en nuestra ciudad –bautizada Sorbona de Mocos– y también quiere demandar a los productores de la telenovela sobre su secuestro por no poner a hablar en francés a Marcela Mar –la actriz que, con su nombre artístico, nos inspiró a rebautizarnos Bobada Bob–.
Y, para despejar cualquier duda que todavía quede de la bobada de Ingreed, miren lo que, en
entrevista a Héctor Abad, dice que aprendió en sus largos años de secuestro:
“¿Sabes qué? Yo soy muy creyente. Y durante todos estos años lo que yo aprendí es que Dios piensa mejor que yo”.
*A pesar de lo malo, este es el mejor chiste realizado por El Bobotazo en toda su existencia, motivo suficiente para ratificar el galardón a Ingreed como personaje del mes.