Como cada año desde
el año pasado, nos inspiramos en el mejor catálogo de supermercado de Colombia –la revista
DONJUAN– para hacer nuestra propia selección, no de cien donjuanes, sino de las diez doñajuanas del año. A pesar de su gente, Colombia todavía no es un gran basurero. Por eso escogimos los albañales más representativos que hay dentro de su basto –con b de burra– territorio. Este no es un
ranking, el orden de los factores no altera el producto.
1. GairaSi uno no cuenta con los veinte mil pesos para pagar el cover pero quiere sentirse parte del círculo de los conocidos de los amigos del hermano de Carlos Vives bien puede montarse en un bus de TransMilenio en hora pico y sintonizar La Mega o Tropicana Estéreo. Sin espacio para moverse, Gaira invita a un baile colectivo que sólo es comparable con el movimiento que producen las curvas y frenadas del peor de los conductores del servicio de transporte que le ha enseñado a los bogotanos que no tienen derecho a una buena calidad de vida. El baile apretadito se complementa con un show de la calidad de esos espectáculos nocturnos de los hoteles con todo incluido que usted siempre se ha negado –con razón– a ver. Pero eso no es todo: imagínese una tragedia –por ejemplo, que Andrés Cepeda se suba a cantar, lo que puede suceder durante cualquier noche de asfixia y apretujones–, sin vislumbrar la posibilidad de darse a la huida y llegar hasta la puerta de salida gracias al gentío. Bienvenidos al imperio del tropipop.
2. La Plaza de AndrésMientras el 10% de los habitantes de Colombia está bajo el agua, en esta plaza de comidas le cobran el 10% a la gente sólo por un vaso de agua de la llave. Los mismos platos del Palacio del Colesterol ahora valen diez veces más porque todo está lleno de corazoncitos, divinos niños y oficinistas acomplejados que creen que van a subir de estrato por intoxicar sus arterias con basura cara. Como usted no es lo bastante chévere como para que lo dejen entrar a Andrés W.C. ni tiene carro para llegar hasta Chía, esta plaza de comidas será sin duda su mejor opción gastronómica. Comer pelanga y esas cosas nunca fue más play.
3. Bogotá
Como somos unos rolos resentidos, el año pasado incluimos a la bella capital de Colombia en esta lista gracias a los innegables esfuerzos de Samuel Moreno por convertirla en un basurero –quizás en el mayor basurero del país, que no en vano tiene a la original Doña Juana como basurero oficial–. Un año después, la volvemos a incluir porque la ciudad se consolidó a nivel internacional como un ejemplo de corrupción, inseguridad, desdeño y falta de planeación. Lo que nadie sabe es que el Alcalde de Bogotá, María Eugenia Rojas, está trabajando arduamente en un simulacro del Apocalipsis que vendrá en el 2012 y por eso tiene a la ciudad así. ¡Malagradecidos!
4. La Barra
Hay lugares de Colombia que es mejor que permanezcan abandonados, pero no: siempre tienen que llegar los citadinos a tirárselos. Después de llegar a Buenaventura desde Cali por una carretera que parece de la administración de Samuel Moreno, conozca esta playa ideal para brillantes colinos, estudiantes pseudohippies y cineastas que se creen Herzog –pero que, obviamente, no tienen ni el 0.1% de su talento–. El que hace dos años era casi un paraíso –excepto por el evidente descuido al que está destinado el Pacífico colombiano– hoy es un nuevo Parque Tayrona pero sin la taquilla de Aviatur a la entrada, con un acantilado de latas de comida vacías y gente que cree que está conectándose con las raíces de Colombia porque va a tirarle dos monedas a “esos negritos tan bonitos”.
5. Bodytech
Pagar una millonaria suma para que gordos sudados miren a mujeres sudadas hacer ejercicio como en vitrinas que dan hacia calles atestadas nunca tuvo menos sentido que con esta cadena de gimnasios. Convirtiéndose en una plaga mayor que los hipermercados exitosos, estos templos de la vanidad están por todas partes para demostrarnos que no importa que seamos pobres, porque los colombianos siempre seremos bonitos. Para la muestra, todos los enanos acomplejados que ahora son más sensuales porque llevan dos años en el gimnasio y aún no sacan músculos. Además, una vez adentro del Bodytech te estimulan con frases y palabras de superación personal: ya que no puedes verte bien, al menos te hacemos creer que vas a triunfar. La verdad, mejor que este gimnasio de superación personal es su versión pirata, donde le modifican el código genético a los más langarutos: Biotech Gym.
6. Parque Lleras
A los turistas cachacos los atraen diciendo que este es como el Parque de la 93 –el mayor símbolo del arribismo colombiano– pero con más calor y mejores hembras. La verdad es que parece el parque central de Girardot pero con más frío y mejores traquetos. A eso de las diez de la noche empieza un desfile de prepagos digno de
Sintetizador no hay paraíso y a eso de las doce ya no hay tímpano que resista el volumen de la música. Por eso, lo mejor del Parque Lleras es sentarse a beber en las escalinatas o debajo de los árboles (ya que no hay bancas) y a constatar con el pisquero por qué es que le dicen “parque yerbas”.
7. Barranquilla
Tradicionalmente esta es la ciudad-cisterna por donde Colombia arroja sus porquerías al mar. Además, la promesa del metro tiene a este hueco sumido en un solo enorme hueco del que salen los intelectuales más huecos de Colombia. Al igual que en Cartagena, es muy bonito ver cómo se concentra la riqueza en tres calles mientras el resto de la ciudad está sumido en la pobreza absoluta, viendo cómo sus callejones se convierten en ríos cada vez que llueve pero emborrachándose hasta perder el conocimiento a lo largo del año con la excusa del Carnaval. Un carnaval que, no nos hagamos tarugos, no tiene nada que envidiarle al de Río –excepto por las comparsas bien organizadas, los hoteles con buen servicio, que la calles no están llenas de mierda y que la fiesta es mil veces mejor–. Barranquilla también tiene al alcalde más sexy y popular de Colombia, un yuppie de la mejor camada de corruptos jóvenes que sabe muy bien la importancia de sonreír todo el tiempo y tener una excelente campaña de
free press para que nadie le destape las ollas podridas –ni las cañerías–. Como dice la canción: Barranquilla huele a popó. Como dice la cuña radial: Barranquilla es una ciudad ¡Olímpica!
8. Pereira
Esta ciudad es infame no sólo por habernos dado a personajes como César Gaviria, sino por convertirse además en la zona de tolerancia de Colombia, donde hasta salir a un centro comercial se vuelve una experiencia extrema gracias a los tiernos sicarios menores de 12 años y al culto a la heroína y la pola –aunque nunca a La Pola, la heroína–. Es, además, el destino predilecto por los traquetos puteros, que se encuentran fácilmente con una "ciudad de piernas abiertas" y con no pocas "perras del Otún". No en vano, la representación de mayor trascendencia de esta próspera ciudad es la novela-telenovela-película-musical Sin tetas no hay paraíso.
9. Taco Bell
Alguien dijo que la llegada al país de esta cadena de comidas rápidas mexicanas –pero estadounidense– es el mayor resultado de la Seguridad Democrática. Tanto, que Puchito Santos, el mejor periodista del gobierno, se entusiasmó en Twitter: "Mañana a las 12 abre Taco Bell en el centro (sic) comercial (sic) Atlantis. (sic) Cuantos (sic) empleos genera? (sic). 52 directos. Gracias a la confianza inversionista (sick)". Ubicado en un centro comercial que no quedaría bien ni en el Miami de los 80, el primer restaurante en Colombia de la franquicia propone un menú de tacos, burritos y fajitas que es bien original en cuanto a su sabor artificial. Además, con lo que vale uno solo de esos productos alcanza para pagar dos días de trabajo. ¡Gracias a la confianza inversionista!
10. La casa estudio
Mientras la vida de millones de colombianos está amenazada por las lluvias y la violencia, los demás millones de colombianos se preocupan por quién está amenazado por convivencia en una casa estudio donde lo más emocionante que ha pasado es la llegada de J Balvin, un artista que corrobora que en Colombia no tenemos músicos ni para abrirle un concierto a Wendy Sulca. Con todo, el reguetonero más soso del negocio es lo más talentoso que ha pasado por este semillero de petardos, donde lo único sobresaliente que tienen los residentes es su hambre de fama. Olvídese del invierno, de los falsos positivos, de las ollas podridas que le están destapando a Uribe y las que le están tapando a Santos: mientras pueda preocuparse por lo que le dijo María Angélica a Katerine, por cómo se portó Francisco con Sandra y cuántas cirugías se hicieron Ingrid y Cristian, Colombia podrá mantener su espíritu de salón comunal.