Debemos aclarar que Caballero todavía no la ha terminado pero la tiene casi lista: sólo le hace falta llenar unos espacios y queda lista la misma columna de otra semana (u otra columna de la misma Semana, que se repite cada cuatro años y que volverá a funcionar dentro de cuatro). Como queremos seguir faranduleando, este domingo los esperamos con Carlos Antonio Vélez para decir, con su mejor tono grecocaldense: "yo lo dije, yo lo predije".
Elecciones y mermelada
La victoria del presidente electo _____________ [inserte nombre del presidente electo] no es más que una ilusión de cambio. En realidad, su programa de gobierno es tan catastrófico como la herencia que recibirá el próximo presidente, es decir el mismo presidente que ocupó la sede de gobierno _______________ [elija la opción: de 2002 a 2010 / durante los últimos cuatro años] –y que recibiremos todos los colombianos sin beneficio de inventario–, catastrófica en toda la línea.
Hay que verla en todos los terrenos tocados por los ocho años de gobiernos uribistas y cuatro de gobierno santista, que es lo mismo pero con otro nombre. En las obras públicas –y la mermelada, sin siquiera obras públicas–. En la agricultura –quiero decir: en la destrucción del agro colombiano– y la mermelada. En los servicios de inteligencia –y la mermelada–. En el inútil –y enmermelador– combate contra el tráfico de las drogas prohibidas. En las Fuerzas Armadas –armadas de mermelada– desmoralizadas por la cadena de cerca de tres mil "falsos positivos" cuyos responsables siguen sin ser juzgados y van saliendo poco a poco por el habitual vencimiento de términos con que concluyen los procesos delicados en Colombia. Y en la sociedad, que siempre usa la misma mermelada. En la mermelada en todos sus sabores y con todo su vigor corruptor, que es lo más visible de la obra de gobierno de Uribe y de Santos. Pero también hay que ver el estado lamentable en que queda la economía del país: no solo por la mermelada desaforada, sino por la ineptitud manifiesta que ha destruido el empleo, despilfarrado los años de bonanzas y regalando lo que Uribe llamaba la "confianza inversionista" y Santos la "locomotora" de lo que sea: cualquiera de ellas, representada en gabelas para el capital extranjero. Hay que ver cómo dejó Uribe las relaciones con los vecinos, hechas trizas por cuenta tanto del ataque al Ecuador como de las siete bases militares entregadas al servicio de las tropas norteamericanas. Y cómo sigue la salud cuatro años más tarde, con todo y su emergencia no prevista por nadie –y la mermelada–. Y cómo está, por último, la situación del orden público: esa que hace doce años un presidente anunció que solucionaría en 18 meses, y con el pretexto de la cual se hizo reelegir para cuatro años más en nombre de la "seguridad democrática", que si hubiera funcionado tendríamos a Uribe felizmente retirado cuidando de sus caballos. Una solución que no es tal cosa, sino prácticamente lo contrario: un aplastamiento del problema.
El lío en realidad es otro, y se instaló en la Casa de Nariño desde hace doce años. Qué digo desde hace doce, desde hace doscientos, cuando se empezó a fabricar en la sede del gobierno el principal producto hecho en Colombia: la mermelada. Gracias a esta mermelada ganó las elecciones ________________ [inserte apellido del presidente electo], que fue ministro de ____________ [inserte nombre de ministerio correspondiente: Hacienda / Defensa] de Álvaro Uribe Vélez, el presidente más corruptor y corrupto que se ha hecho elegir por las Farc para representar a los colombianos. Y se hizo reelegir con mermelada, pidiéndoles a sus enmermelados acólitos que votaran antes de que los metieran a la cárcel por la mermelada de los paramilitares. Su sucesor, por supuesto, hizo sólo lo que prometió cuando durante su campaña aceptó el espaldarazo del presidente que chuzaba a la oposición a sus espaldas: continuar su legado de ineptitud –y mermelada–. Santos, pues, nos dejó exactamente en el mismo punto en que estaba el país cuando comenzaron sus cuatro años de gobierno, que es lo mismo que hizo su antecesor, Uribe, lo que significa que estamos en 2002, con todo y proceso de paz de por medio. Pero con doce años más de guerra a las espaldas.
Eso debería tener de bueno, al menos, la disipación del uribismo, y en consecuencia la búsqueda de soluciones verdaderas a los verdaderos problemas. Pero parece ser que no es así, como lo muestran los resultados obtenidos por __________________ [inserte nombre del presidente electo] en la segunda vuelta de las elecciones. Pues esa es la otra parte de la herencia de Uribe: que heredamos también a ________________ [inserte nombre del presidente electo].