"Me apasiona la sordidez, como el chocolate", dice Virginia sórdidamente.
La Abeja Mayer sí conoce, en cambio, los libros de Bukowski, que parecen ser su mayor (si no única) influencia. Pudo haberlos descubierto durante sus estudios de escritura creativa, en los que también leyó libros sobre Bukowski pero faltó a todas las clases de creatividad: su novela que no es novela resulta ser una copia (más) de los relatos del famoso borracho. Es decir, Virginia Mayer es como Charles Bukowski pero sin gracia. Eso sí, con muchos amigos que la ayudan a inflarse (literalmente y en sentido figurado) y confirman que para ser una estrella en Colombia sólo hace falta tener mil seguidores en Twitter y que ir a Theantrón te convierte en alguien muy pero muy sórdido y achocolatado, la persona idónea para escribir una columna de sexo. En serio: ser LGBTIJKL no te hace más interesante que cualquier heterosexual. En una entrevista del vanguardista diario Vanguardia Liberal, titulada "La columnista rebelde", respondía con suma rebeldía esta #AlertaBukowski:
¿Ahora las mujeres expresan con mayor libertad su sexualidad en el país?
... Yo lo hago porque como escritora tengo un espacio para expresarme y elijo hacerlo sobre sexualidad, drogas, peleas, etc.
¿Cómo escoge los temas que va a escribir?
... Me gusta escribir sobre personas que viven la vida sin importarles el qué dirán, gente que parece no tener consciencia ni moral.
El inmoral TL de su vida, narrado en Pailaroids –una novela que además de no ser novela tampoco es un libro de memorias–, es más o menos así: su familia es de alemanes que huyeron de los nazis a Uruguay. Por alguna razón que no quedó clara en el libro (o que pasamos por alto por el tedio que nos produjo la lectura), viajaron a Colombia cuando ella era una adolescente mutante que ya había practicado largas sesiones de masturbación con Alf. Gracias a ciertas palancas (guiño, guiño), la jovencita empezó a trabajar con Yulaiket Sánchez Cristo, la mayor celebridad de la radio colombiana, y se fue a vivir a Miami; pero como ese señor es tan guiso y ella tan rebelde y con tanta clase y de mejor país, Virginia se aburrió y se fue para NYC (se pronuncia enwaisí) a trabajar en lo que fuera menos en la radio. Con algunos ahorros viajó por Europa, luego terminó su carrera de escritura en alguna universidad de garaje de Enwaisí y se devolvió para Colombia, la tierra de las oportunidades de esquilmar a cualquier editor diciéndole que uno es tremendo periodista irreverente –lo decimos por experiencia propia–.
Virginia es tan escandalosa que posa sórdidamente para Jet Set, un medio que se caracteriza por su irreverencia y falta de moral.
“Me
apasiona la sordidez, como el chocolate. Me gusta escribir sobre
personas que viven la vida sin importarles el qué dirán, gente que
parece no tener consciencia ni moral”.
Este contenido ha sido publicado originalmente en Vanguardia.com en la siguiente dirección: http://www.vanguardia.com/entretenimiento/entrevistas/154514-la-columnista-rebelde. Si está pensando en hacer uso del mismo, recuerde que es obligación legal citar la fuente y por favor haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. Vanguardia.com - Galvis Ramírez y Cía. S.A.
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¿Cómo escoge los temas sobre los que va a escribir?
“Me apasiona la sordidez, como el chocolate. Me gusta escribir sobre personas que viven la vida sin importarles el qué dirán, gente que parece no tener consciencia ni moral”.
Este contenido ha sido publicado originalmente en Vanguardia.com en la siguiente dirección: http://www.vanguardia.com/entretenimiento/entrevistas/154514-la-columnista-rebelde. Si está pensando en hacer uso del mismo, recuerde que es obligación legal citar la fuente y por favor haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. Vanguardia.com - Galvis Ramírez y Cía. S.A.
“Me apasiona la sordidez, como el chocolate. Me gusta escribir sobre personas que viven la vida sin importarles el qué dirán, gente que parece no tener consciencia ni moral”.
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Desde ahí, el TL de su vida está en Twitter: con orgullosos problemas de sobrepeso trabajó en KienyKé (la revista de Kokoriko) para demostrar que ser columnista en Colombia es más fácil que subirse a un TransMilenio. La fama llegó de inmediato: cientos de tuiteros rascaespaldas (perdón por el pleonasmo) hicieron el cursito de superioridad moral online junto a ella; los mismos progresistas que creen que abortar te hace mejor persona aplaudieron sus acusaciones en contra de una orgía porque, precisamente, la liberación nos dura hasta cuando no encajamos y, ahí sí, podemos ser moralistas, conscientes, reaccionarios y retrógrados. De paso, es supercool hablar mal de Petro sin siquiera escuchar sus argumentos e incluso aplaudir al Procurador –sí: al mismo que las gentes de bien de las redes sociales repudiamos porque no nos deja abortar– por destituir al Alcalde de Bogotá.
Es que si algo caracteriza a una persona inteligente es que alardea mucho de su inteligencia:
Y así… la Bukkakewsky colombouruguaya siguió avanzando, siempre capaz de emitir un juicio de valor más inconsecuente que el anterior, hasta que una editorial indie publicó sin corregir sus tareas de la carrera de escrituras creativas en forma de novela que no es novela ni memorias ni cuentos: Polaroids es simplemente un arrume de anécdotas que, por estar en papel, te convierten en una persona muy importantísima para los otros escritores que están esperando a publicar su novela indie para que tú les ayudes a promocionarla (en Twitter). Esta sobra literaria abre con una cita en inglés de un libro ruso, dice "Rubik's cube" porque es de débiles mentales decir "cubo de Rubik" y abunda en lugares comunes como "la culpa me pesaba como una cruz sobre la espalda", "andaba inflada de excitación como un globo a punto de estallarse" o "seguí gritando como un cerdo en un matadero" (y eso es sólo en el primer capítulo). Pero lo mejor de Pailaroids es que se lee en una sentadilla: dedicarle más de diez minutos a hojearla (resulta imposible leer más de dos párrafos consecutivos) sería un desperdicio más grande que prestarle atención a Miss Universo. Perdón, se dice Misiúnivers.
"Yo he robado, he mentido, he cometido incesto, pero no soy capaz de quitarle el trabajo a alguien", confiesa Miranda Vayer, le versión literaria de Virginia Mayer.
A pesar de la doña gloria literaria (reducida a los ocho compradores de su libro), su meteórica carrera sufrió un meteórico descenso: la despidieron de Kenipaké porque ella los acusó de censura cuando se negaron a publicar unas fotos de ella tocando la verga de Nacho Vidal. Eso no la detuvo en su incansable lucha por la figuración. Con su sofocante sexo, se fue a Todelar porque era muy amiga de Yulaiket Artunduaga pero, como su cargo consistía en ser la Carolina Cruz de su espacio, ella se creía la Mayer Candelo de la radio colombiana. Como buena presentadora de farándula, y a pesar de su orgullosa obesidad, Virginia empezó a hacer dieta con el gentil auspicio de una clínica para bajar de peso. Sin embargo, por alguna razón que fue borrada de Twitter (oh, qué gran pérdida), poco tiempo después fue despedida de Todelar; entonces se dedicó a decir que Artunduaga era un violador de niñas, un guiso y otros adjetivos que le calan a la perfección a cualquier empleador que se atreva a despedirla porque, ante todo, ella es muy irreverente. Tanto pero tanto que posa en la Revista Jet Set diciendo cosas como "a mí realmente me importa un culo el qué dirán, pues nadie me va a pagar la deuda que tengo con el banco de 130 mil dólares por mis estudios". La deuda subió notablemente después del siguiente publirreportaje sobre Viryinia:
Como tantos otros personajillos de la intelectualidad colombiana, Virgin Mobile entiende que lo importante no es ser bueno en lo que se hace, sino saberlo vender (guiño, guiño): por eso, la Aspirina Mayer del sexo se la pasa adulando a la gente importantísima de Twitter, peleando con algunos otros de gran relevancia (especialmente después de adularlos en privado) y no encuentra contradictorio pregonar que la opinión de los demás la trae sin cuidado, aunque si alguien la deja de seguir en Twitter lo primero que hace es llamarlo o escribirle para preguntarle qué pasó.
Aquí, en Jet Set, en una de sus mejores poses de "no me importa lo que piense la gente de mí porque me va me va me vale, me vale todo".
Tampoco le importa, por supuesto, lo que piense la gente de lo que piensa –o sea de sus trinos– sobre Dios:
De hecho, gracias a su experiencia en el primer mundo, venía preparada para cualquier cosa, excepto el tercer mundo. En la entrevista de Retaguardia Liberal decía: “Me encantan las críticas, las buenas y las malas, bienvenidas todas. Empecé a escribir para KienyKe mientras vivía en Nueva York, y estaba ahí hacía ocho años. Así es que no se me ocurrió cuál sería la reacción de los lectores. Estando tan lejos eso no me importaba. Obviamente esperaba generar polémica, después de todo, estaba escribiendo para el país del Sagrado Corazón”. Lo malo es que el país del Sagrado Corazón queda en el horrible tercer mundo, un infierno lleno de flacas con cerebros de 12 años malparidas brutas que tienen enemigas y que con horribles palabrotas pueden acabar a toda una fortaleza mental con polémico cerebro de 14 años:
Próximamente, además, su TL se actualizará con una obra de teatro en la que demostrará que sus dotes actorales no son sólo para posar de escritora irreverente sino también de actriz:
Ahora, pese al nuevo logro profesional, la Abeja Mayer anda deprimida, buscando amor y nadie quiere trabajar con ella, excepto los de la versión chapineruna de Vice, quienes en su afán de encontrar temas loquillos le dieron una columna de sexo que resulta bastante moralista y morronga para una señora que ya está por encima de los 35 años y se las da de progre por andar ventilando sus genitales historias como si tuviera más afán de figuración que Margarita Posada.
Tanto alardea de su vagina que su mayor logro es pregonar que ella de virginia tiene poco y más bien debería cambiarse el nombre a Vaginia: sus experiencias con el extraterrestre de Melmac que vuelve en forma de fichas y sus viajes entre sábanas mojadas (cual poeta de pornosalsa) son sólo unas de las muchas historias con las que ha llenado páginas y más páginas del mismo sonsonete con el que también tiene saturadas sus redes sociales. Y ahí la pose se revela fácilmente: basta con leer una historias o ver una foto de juerga para preguntarse, ¿a cuánto está el humo hoy? Pero eso importa un culo. Porque si algo aprendimos de la Cafiaspirina de Mayer es que teta, follar, coño, sexo, perico, verga, vagina, verga, follar, polla, verga, vagina, verga.