A las miembras de La Bobada Literaria hace tiempo nos asalta una duda odontológica que no nos deja dormir y nos convirtió en unas ceñifruncidas, aunque a muchos parezca muy sencilla: ¿por qué Mario Mendoza vive compungido? Basta con mirar las fotos en las que sale con la mano en la barbilla, la mirada fija en un punto indefinido –que se ubicaría en el horizonte de no estar tapado por los edificios que rodean a un autor tan urbano– y un rictus que no puede deberse a otra cosa que al estreñimiento. Cansadas de no poder conciliar el sueño y de usar como remedio el vodka Ivanoff, nos pusimos en la tarea de averiguar más sobre este ensoñador personaje y, como es natural, no encontramos nada, pues no somos detectives salvajes.
Por suerte, un día en que no sabíamos con qué rellenar las páginas de este ridículo blog y ya se nos había acabado el rollo de papel higiénico doble página que compartimos con la horda de asesoras de un call center vecino, nos paró el portero de nuestro moderno edificio de aguardiente Cristal del Parque de la 93 con un sobre sellado que contenía un libro que lleva por subtítulo Un viaje a través de la clandestinidad de Bogotá. Como empezamos a darle uso de atrás para adelante, las tapas y las primeras páginas nos parecieron de lo más dicientes, así que se nos ocurrió poner al enano a transcribir las primeras líneas de un libro que empieza con un capítulo titulado “Circe y el italiano eufórico” y que tiene una genial foto del autor con boina y saco de lana.
En estas líneas está, creemos, la semilla de un autor que no ha debido germinar: su pasión por la ciudad, el cliché de lo urbano, la acumulación de palabras pretenciosas y vacías y la autodeclaración como el escritor de Bogotá, que inevitablemente debe destacar la sordidez inquietante de sus recovecos y hacer referencia de alguna forma a la prostitución y al olor dulzón del basuco. Y que, como empezamos a ver en esta sección con el caso de Santiago Gagamboa, recurre a la salida fácil de que el personaje sea un escritor al que todavía no le va bien. Lo mejor fue el autógrafo con el que nos envío su senda obra: "A ustedes, locas geniales, que viven la ciudad desde las entrañas". Con ustedes, las primeras palabras de La ciudad de los umbrales, la primera novela de un escritor que demuestra que se puede seguir escribiendo lo mismo durante dieciséis años, incluso corriendo el riesgo de ser premiado en Planeta:
Por suerte, un día en que no sabíamos con qué rellenar las páginas de este ridículo blog y ya se nos había acabado el rollo de papel higiénico doble página que compartimos con la horda de asesoras de un call center vecino, nos paró el portero de nuestro moderno edificio de aguardiente Cristal del Parque de la 93 con un sobre sellado que contenía un libro que lleva por subtítulo Un viaje a través de la clandestinidad de Bogotá. Como empezamos a darle uso de atrás para adelante, las tapas y las primeras páginas nos parecieron de lo más dicientes, así que se nos ocurrió poner al enano a transcribir las primeras líneas de un libro que empieza con un capítulo titulado “Circe y el italiano eufórico” y que tiene una genial foto del autor con boina y saco de lana.
En estas líneas está, creemos, la semilla de un autor que no ha debido germinar: su pasión por la ciudad, el cliché de lo urbano, la acumulación de palabras pretenciosas y vacías y la autodeclaración como el escritor de Bogotá, que inevitablemente debe destacar la sordidez inquietante de sus recovecos y hacer referencia de alguna forma a la prostitución y al olor dulzón del basuco. Y que, como empezamos a ver en esta sección con el caso de Santiago Gagamboa, recurre a la salida fácil de que el personaje sea un escritor al que todavía no le va bien. Lo mejor fue el autógrafo con el que nos envío su senda obra: "A ustedes, locas geniales, que viven la ciudad desde las entrañas". Con ustedes, las primeras palabras de La ciudad de los umbrales, la primera novela de un escritor que demuestra que se puede seguir escribiendo lo mismo durante dieciséis años, incluso corriendo el riesgo de ser premiado en Planeta:
Hace unos años escribí el siguiente párrafo con respecto a la ciudad, en un relato corto que terminó ingresando a la lista de fracasos literarios de los que se compone mi vida:
“Al fondo, allá abajo, la ciudad parpadeaba y comprendía. Bogotá, ciudad flamen entregada al culto de un dios desconocido… Bogotá, ciudad nictálope envenenada de sombras y tinieblas que convierten cada casa en un burdel, cada parque en un cementerio, cada ciudadano en un cadáver aferrado a la vida con desesperación… Bogotá, clítoris monstruoso que te desangras en las bienaventuranzas de tu extraño y promiscuo delirio… Bogotá, ciudad de vesánicos y mendigos destruidos por las caricias de un suplicio terebrante, horda de despojos humanos que son la promesa de una hecatombe… Bogotá, rostro de la infamia… Bogotá, sin escritores que te busquen y te inventen… Bogotá: yo tampoco puedo hacer nada por ti.”
Por fin alguien dice lo que hay que decir de nuestro escritor más profundo, el mismo que se llama a sí mismo animal literario. Claro que lo es.
ResponderEliminarDejen de ser tan flamen, tan nictálopes, tan vesánicas y hagan algo útil con sus clítoris monstruosos por Bogotá.
ResponderEliminarva tontos
Eliminar¿Yo vivo en esta ciudad tan boleta en la que cada casa es un burdel lleno de clítoris menstruantes? Noooo, tocó irme pa Medallo o Cartagena.
ResponderEliminar¡Ah, pero qué sexy (en el más nausabundo sentido de la palabra) es la prosa de Mario!
Por qué no me sale el resto de mierdero que han publicado. ¿Lo borraron o qué? No, no puede ser, si yo ya estaba haciendo mi tesis sobre "La odontología freudinana de la literatura colombiana a través de nuevos medios alternativos: de La Movida a La Bobada Literaria". Montenla de nuevo.
ResponderEliminarSantiago Gamboa, ahora crítico, para hablar de Dublinesca de Vila Matas lo primero que hace es advertir que no es amigo del autor. Pregunto: Y si fuera amigo la reseña sería más lambona? Respondo: Si
ResponderEliminarY una creería que con el tiempo los autores se pulen, pero en este caso, por ejempo, satanás tiene cosas mucho peores...
ResponderEliminarMalditas bobas, espero que se pudran en las lóbregas tinieblas del Hades por publicar cosas de Mario Mendoza, esto es bajo aún para los estándares de su blog de mierda.
ResponderEliminarlos personajes de mario mendoza solo sirven para decir lo que piensa mario mendoza, puro panfleto forzado, es el típico escritor que se agacha y se le salen a güevas por la pantaloneta
ResponderEliminaroiga pero qué crítica pa dura. Para los lectores interesados hay un resumen https://www.academia.edu/105198338/De_La_ciudad_de_los_umbrales_a_Satanas_y_la_trilogia_Scorpio_City_Lady_Masacre_Akelarre_el_mundo_desclasado_de_MARIO_MENDOZA
ResponderEliminar