Hacía meses que no publicábamos nuestra maravillosa sección “El mundo al bobo”, en la que demostramos que no hemos salido de Bogotá y que, de hecho, ni siquiera conocemos Bogotá –lo más lejos que hemos llegado ha sido al Portal Norte, y nos espantamos porque huele horrible–. Por eso, volvimos a contratar los servicios de Daniel Petardo, el padre del periodismo petardo, un viajero incansable que confirma que, para triunfar en el periodismo en Colombia, únicamente hace falta ser hijo de un reconocido Petardo. Esta vez, como estamos llenas de falso positivismo y nuestro pusilánime presidente no ha hecho sino viajar, enviamos a este otro petardo a Estambul, aprovechando que a los colombianos ya no les piden visa. El único problema es que cualquier vuelo desde Colombia tiene que hacer escala en territorio Schingen o en Estados Unidos, así que seguimos necesitando visa para llegar a Turquía. En exclusiva, presentamos una guía de la ciudad que combina lo peor de Asia con lo peor de Europa y que confirma que Colombia es el mejor país del inmundo.
Estambul: hágame un cruce de fronteras
Después de que las bobas de La Bobada Literaria me escribieran y me mandaran un jugoso cheque con el objetivo de que me fuera rapidito a Estambul, aproveché que estaba en Londres para conocer el México de los europeos. Como en el periodismo petardo murió la chiva, me puse a buscar el mejor kebab de cordero en la ciudad y encontré las similitudes entre dos países que ahora no les piden visa a sus ciudadanos, un hecho tan trascendental para el futuro de ambas naciones como la caída de la bolsa de basura. Las conclusiones son rebeladoras.
En Turquía, como en Colombia, las protestas se llevan a cabo en las redes sociales. En la foto, la página de Facebook de los estudiantes turcos, una de las más grandes de Asia.
Turquía y Colombia son naciones hermanas y excitantes: en las dos es difícil sobrevivir como periodista, a los nativos de las dos naciones nos menosprecian en el resto del mundo por quitarle el trabajo a la mano de obra descalificada y los dos somos liderados por regímenes tan democráticos que sus gobernantes ostentan el 148% de popularidad entre sus pueblos. Yo llego a Estambul expectante por el documental de Alan Parker sobre un traficante de marihuana –tema que sin duda fue tocado por Juan Manuel Santos durante su visita a Recep Tayyip Erdogan–, los libros de Orhan Pamuk –escritor descubierto al mundo por la revista Arcadia–, los baños turcos, el turco Mohamed y las películas de Fatih Akin que veía en Alemania sosteniéndome la cabeza con la mano en el mentón. Pero la realidad es otra.
Mi viaje por Estambul es tan vulgar que empieza por el Gran Bazar, un laberinto de tiendas donde me pierdo para darme cuenta de que realmente es sólo un San Andresito con mosaicos. Los vendedores me invitan a pasar a sus tiendas con frases que supongo son el equivalente a nuestros “Siga, a la orden” y “Programas, juegos, películas. Programas, juegos, películas”, pero yo los evito diciéndoles en español, para que no me entiendan, que sólo estoy mirando. En español, también, me responden que no cobran por mirar, así que me tapo los ojos y salgo corriendo.
Los turcos, después de la visita de Santos, también tienen más, más, más empleo; tanto que ya no quieren trabajar.
Después de tropezar con una tienda de especias y hacerlas volar por los aires (¿por dónde si no vuelan las cosas?), el dueño de la tienda me obliga a pagarle en especie. Tras un fraternal ejercicio con el paisano –es que somos tan parecidos que ya nos podemos llamar paisanos–, decido aliviar mis penas con un trago. Pido un raki, que es un aguardiente que se toman igual que en Manizales cuando todavía existía el agua; la diferencia está en que aquí no usan el agua para pasar el trago sino que se la echan al mismo vaso, que entonces parece una leche de vaca ordeñada en un día lluvioso. En esto los colombianos sí somos más varones que los turcos: nos tomamos el aguardiente sin rendirlo; en la forma como les pegamos a nuestras mujeres tras tomarnos unos rakis made in Colombia también parecemos ser más varones, pues aquí se limitan a someterlas apenas a un régimen patriarcal. Punto para Colombia.
Pero yo vine hasta acá a buscar las ventajas de que a los colombianos ya no nos exijan visa de entrada, lo que tiene a todos eufóricos en Colombia, sin importar que aún tengamos que pagar la visa Schingen de tránsito, los tiquetes, el hospedaje, la alimentación y las propinas pero sigamos sin tener trabajo para poder viajar. Una de las ventajas puede ser darnos cuenta de que, a pesar de nuestros problemas de tránsito, el metro no es la salida, pues a pesar de las líneas con las que cuenta la vieja capital del imperio otomano la mayoría de sus calles cuentan con atascos como los de la Calle 26 de Bogotá, mientras sus conductores tratan de solucionarlos con el pito. Punto para Samuel Moreno y los Nule. Es decir, punto para Colombia.
Siete mujeres comprando ropa en el Sanandresito de Sultanahmet.
El modelo de belleza en Colombia y Turquía, países hermanos, es el mismo: Shakira. Esto me lo hace saber un mesero, que a falta de palabras hace una danza sugerente moviendo la barriga y aullando: la forma en que en el lenguaje universal de los signos decimos "Shakira". Las jóvenes, pues, quieren parecerse a esta cantante colombouniversal, por lo que han perdido su identidad nacional y ahora quieren ser de un mejor país: las muy tontas consideran que Alemania es el mejor lugar para vivir –igual que las colombianas con Argentina–. Entonces andan por las calles con jeans descaraderados y sin bolsillo demostrando que las hips do lie. Por suerte, aunque en Turquía las mujeres no tienen que cubrirse la cabeza, algunas optan por hacerlo porque son demasiado feas. En estas cuestiones estéticas, Colombia también se parece a Turquía, sólo que en Colombia se inyectan sustancias para contrarrestar su falta de belleza. Debe ser por eso por lo que a nuestro país no llega tanto turista. Punto para Turquía.
Muestra de un carro otomano con mosaicos de Mamar Sinan, el arquitecto más importante del imperio de los turcos y creador de los kebabs a domicilio.
Lo digo porque estaba comiendo mezzes (unos platos del tamaño de los platos fuertes en Club Colombia; es decir, apenas un bocado) en Istiklal Caddesi con unos australianos, que comenzaron a reconstruir la batalla de Galípoli con mariscos, ostras, quesos variados y albóndigas para representar a los generales más gordos. A lo representaban como un marisco, cuando en esas llegaron dos policías a decirnos algo en turco. "Con la comida no se juega", pensé que decían, pero me pareció un poco exagerado cuando nos esposaron y nos llevaron a una cárcel. Yo ya había visto en el documental de Alan Parker cómo son las cárceles en Turquía, por lo que extrañé las dos noches que pasé durmiendo bajo el puente de Gálata mientras esa noche en una celda eliminaba todas las referencias en mi texto al gran Mustafá Quémal Atatürk por sugerencia de un persuasivo policía. Sorpresivamente, esa noche en la cárcel no me pegaron y por intervención de la Embajada de Australia al día siguiente todos salimos de nuevo a la libertad del aeropuerto rumbo a nuestros respectivos países. Punto para Australia.
Surtiaves de la 22 en Fener, Estambul. "Con la comida no se juega", dice este juguetón cocinero.
Mientras el avión de Turkish Airlines se elevaba e iba dejando atrás una ciudad alejada de los guerrilleros kurdos que viven en las montañas del sureste del país, no pude dejar de pensar en todas las cosas que nos hermanan a los colombianos con los turcos: viajamos a otros países felices de enseñarles a limpiar bien los baños y nos creemos los más civilizados de nuestra región de trogloditas porque lo somos. No puede ser otra cosa que civilización esta mezcla de basura made in China, desorden en todas partes, orgullo nacional aunque nadie esté orgulloso de ser nacional, chovinismo desde el exilio y represión por falso positivismo. Por suerte, cada vez me doy cuenta de que no hay que ir hasta el otro lado del mundo para encontrar que el mundo en todas partes es igual: sobraba, por lo tanto, que nos pidieran visa para ir a un país donde uno corre el riesgo de sentirse como en casa. Punto para ninguno.
Turquía es pasión!
ResponderEliminarPunto para petardo!
ResponderEliminarel méxico de los europeos... bobas, los europeos no van a turquía porque les da asco, al menos los gringos sí se la pasan en méxico
ResponderEliminarLos europeos si vienen a Turquía y los gringos también. De hecho vienen a estudiar (tengo compañeros en al Universidad en de varios países de la Unión Europea y Estados Unidos). Es ignorante afirmar que los europeos no visitan países como Turquía. Punto para petardo, Estambul no es tan diferente a la realidad en Bogotá.
Eliminar"sobraba, por lo tanto, que nos pidieran visa para ir a un país donde uno corre el riesgo de sentirse como en casa."
ResponderEliminarMuy fino...
El mundo en todas partes es igual, punto para las bob@s ciudadan@s del mundo.
ResponderEliminarPor favor quienes ejerciten el noble oficio de "mulas del narcotrafico", antes de ir a Turquía les recomiendo ver la pelicula "Expreso de medianoche" http://es.wikipedia.org/wiki/Midnight_Express
ResponderEliminarLos europeos SI van a Turquía y bastante, sobretodo los ingleses, que se la pasan en Bodrum especialmente.
ResponderEliminarme he cagado de la risa. Buen trabajo Petardo !!
ResponderEliminarFinisimas...
ResponderEliminarGran entrada. Siempre encontrándole el punto de quiebra al 'falso positivismo' para seguir sintiéndonos felizmente infelices.
ResponderEliminarNecesitamos una buena realidad, no una buena percepción de la realidad, con la que nos bombardean Rosca.Chisme.Novelas. y CAradurasRAstrerosCOLaboracionistas.
P.D: Maldita bolsa de basura!
sí Turquía es la nueva ruta para llegar al mercado Europeo con nuestros productos autóctonos no se les haga raro ver muchos Armenios por esas tierras; ya pasó en Miami, México y ahora en Estambul
ResponderEliminarMás interesante sin las redundantes comparaciones con Bogotá o Colombia. Hay miles de forma de referenciar algo o ser ironico sin caer en lo obvio
ResponderEliminar¡Excelente! Me he podido reir con esta columna, muy bien Petardo, esperamos una crónica sobre Benezuela.
ResponderEliminarLos europeos si vienen a Turquía y los gringos también. De hecho vienen a estudiar (tengo compañeros en la Universidad en Estambul de varios países de la Unión Europea y Estados Unidos). Es ignorante afirmar que los europeos no visitan países como Turquía. Punto para petardo, Estambul no es tan diferente a la realidad en Bogotá.
ResponderEliminarHubieran pedido una corresponsalía al erudito @juglardelzipa, quien estuvo de viaje por tierras turcas y embadurnó el twitter con sus sesudos recuentos del periplo.
ResponderEliminarCreí que habían cambiado a Petardo por Miguel Olaya Jaja
ResponderEliminarLa gran diferencia es que ellos fueron un imperio por décadas... nosotros ni eso.
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