Bolillo a Santos

Hoy, ante todo y sobre todo, la bobada tiene dimensiones presidenciales. Con la elección de Juan Manuel Satán como nuestro titiritero mayor, la patria está más boba que nunca. Hasta los que votaron por Mockus y Petro están felices con el gobierno del falso positivismo, tan pusilánime que no hace más que aprovechar cualquier cosa –un gol, una visita de Shakira, el segundo puesto en el récord mundial de enanismo, un lindo acto de "soriaidá"– para generar enanidad nacional y desviar la atención de esas cosas feas que sólo señalan terroristas como Daniel Coronell o Holman Morris. Con este otro terrorismo, que está muy en la onda del bótox para mantener una mueca constante y tratar con buenas maneras a Hugo Chávez, basta para convertirse en el mejor gobierno de la historia. Pero el 104% de los colombianos que está tan emocionado debería reconocer que no era tan difícil ser así de bueno: después de Uribe y sus ocho años de patanería democrática cualquier Pastrana, cualquier Samper y hasta cualquier Noemí podría ser el mejor presidente de la historia.

En otras palabras, el mejor presidente que ha tenido Colombia desde Álvaro Uribe convirtió la realidad en un enorme falso positivo. Y nuestra entrada de hoy, además de recomendarle el uso aún más frecuente del teleprompter, es la prueba fehaciente: después de un ataque guerrillero que afectó a un centenar de casas en Corinto, Cauca (¿o es Valle del Cauca?), Satán ofreció una alocución en la que, tras referirse con indiferencia al trágico hecho y ofrecer las limosnas de siempre, cambió hábilmente a un tema de suma importancia, una de esas noticias que llenan de seguridad a nuestros pueblos: el triunfo de la Selección Colombia contra Bolivia en la Copa América, que, oh, qué casualidad, ocurría en ese preciso momento y nos recordaba a todos que ganarle a Bolivia es perder un poco.

Esta alocución debería disparar las ventas de teleprompters, pues demuestra que cuando quiere ser demagógico Juanma termina siendo tan patético como su homólogo venezolano o su pariente viceperiodista. De esta obra maestra del marketing político, tan cínica que parece una parodia (no sólo por la cara de mimo pobre de Rodrigo Rivera, quien fiel a su papel no dice ni una palabra), extrajimos el apartado en el que todo cobra sentido: "aquí estamos para defenderlos, aquí estamos para acompañarlos, y que ánimo que hoy que acabamos de ganar el partido con Bolivia pasamos por primera vez en la historia, tengo entendido, como el número uno del grupo a los cuartos de final. Entonces, un motivo para celebrar. Creo que Corinto le dio una buena espina a nuestra Selección".

¿Entonces un atentado guerrillero es un amuleto de buena suerte? ¿Quiere decir esto que los guerrilleros estaban haciendo patria? ¿Invitará Santos ahora a arrasar con un pueblo cada vez que la selección tenga partido? ¿Colombia nunca había pasado de primero en la Copa Marica, aún con tanto atentado que se hacía en otros tiempos oscuros y lejanos? ¿No que su gestión como Ministro de Defensa casi acaba con la guerrilla? "Caramba, señor presidente" –diría Vicky Dávila si no acostumbrara a acomodarle la cosa política al gobierno de turno– "eso de mezclar temas me le iba jugando una mala pasada". Pero eso no es todo: la payasada estuvo tan fríamente calculada que, justo en ese momento, le pasaron un celular con inexplicable buena señal y al otro lado de la línea estaba nada más y nada menos que el mismísimo Bobillo Gómez, quien parece que entendió que vieron el partido fumando el famoso producto de Corinto. Mejor dicho, deléitese con esta pieza ofrecida sin pudor por algo a lo que llaman el Sistema Informativo del Gobierno y que casi termina con una frase que parece pronunciada por el policía que acompaña al presidente: "un momento, que aquí tengo al Bolillo (guiño, guiño)".



Este de video es mejor que éxitos de Youtube como el del Tano Pasman o el de Doña Gloria, pero como no hay groserías ni maltrato animal, nadie lo va a volver a ver. Sin embargo, queremos destacar sus mejores momentos:

- durante el primer minuto, todos los tombos y soldados están aprovechando para robar cámara. - en 1:08, incluso Rodrigo Rivera queda sorprendido con el giro narrativo, digno de una película de David Lynch.
- en 2:11, un silencio también cinematográfico, esta vez como de película de Tarkovski.
- y en 2:46, el cierre que nos recuerda que ya se nos olvidó qué era lo que había pasado y nos llena de falso positivismo. Como quien dice, #quegonorrea