Noche de bobas

Anoche, el Teatro Nacional Funny Mickey –que ahora suena más chévere que cuando se llamaba “de la 71”–, en el marco de su Temporada de carajadas, fue testigo de un hecho sin precedentes en las tablas colombianas, una de sus mayores carajadas: el moderador de un conversatorio fue también su protagonista y sostuvo un monólogo de casi dos horas. Los conversantes, entre ellos nosotras (ahora en prácticos tampones), tuvimos que soportar sentadas, tomando agua de la llave y con la luz de la tarima en la cara, el soliloquio pro-verde –por lo lagarto– del Montesinos del humor colombiano: Vladimiro Flores, alias Vladdo.

A su carisma de quinceañero que quiere llamar la atención y sus sensuales revelaciones como que le sacó punta al lápiz por primera vez al año de edad, se sumó su evidente desconocimiento del tema del humor –el humor en general, no sólo del humor en internet–, lo que lo obligó a hacer preguntas tan bobas como ¿de qué personaje es difícil burlarse?, como quien entrevista al autor de un libro que no se ha leído. Así, demostró, por supuesto, que para él es muy difícil burlarse de alguien, por lo que se concentró en nombrar a Noemí como su gran chiste y en otros tan antiguos pero siempre efectivos como "lo único que no hay que hacer es comparar a la gente con los animales, porque qué pena con los pobres animalitos" –una explicación de por qué Sábados Felices sigue vivo después de más de tres décadas con los mismos chistes–.

En los pocos momentos en que dejó hablar a los conversantes, Vladdo aprovechaba para interrumpir cada dos minutos con alguna frase que no venía al caso o para hablar en primera persona de su arrolladora experiencia como uno de los pocos bobos que, además de bobos, son pretenciosos. Por otra parte, descubrimos que el hijo de Billy Pontoni tiene tanta gracia como su papá, que El pequeño tirano recicla muy mal los 4 segundos de animación que hizo y que El bestiario del balón es muy bueno buscando parecidos de personas famosas con futbolistas.

Nosotras, sentadas en un cómodo diván, nos dedicamos a mirar cómo se iba desocupando el auditorio o se iban quedando dormidos los asistentes más persistentes. Además, como demostramos de pase el cúnico escénico inevitable de estar en el mismo escenario en el que se han presentado sobras íconicas del teatro nacional como No seré feliz pero tengo marido, decidimos que vamos a entrar a uno de los cursos para a aprender a hablar en público de la sensual escuela de Rafael Poveda. Los demás conversantes intentaron amenizar el conversatorio aportando videos de YouTube y fotos chistosas, pero apenas consiguieron despertar a unos de los pocos asistentes que quedaban –entre ellos Andrés Boyos, que además de pagarnos por hacer este pésimo blog también le paga al Teatro Nacional para que nos invite a sus eventos gratuitos–. De todas formas, siempre había alguna intervención de Vladdo que acababa con la poca diversión que puede generar ir a un teatro a leer un blog.

Al final, 8000 se ganó un aplauso por las espectaculares camisetas que diseñó, una de las cuales fue lanzada al público para dejar al descubierto el escultural torso neoclásico de nuestra integrante más sexy. Pero no todo fueron bostezos: a la salida nos esperaba Jaime Espinal, que se escapó del Desafío Literario para aplaudir cada vez que lo mencionáramos en un intento por ganar el único reality más bobo que la Chucha de las regiones; sin embargo, como no lo mencionamos nunca, armó una pandilla de psicópatas para ponernos a chupar morcilla: la musa de este blog, Juan Pablo Plata, la musa de ella misma, Elsy Rosas Crespo, y el poeta, actor, bloguero y exreporterito, Juan Ensuncho. Por suerte, a la salida del teatro no venden morcillas sino mazorcas y, además, Miguel Ángel Manrique se les adelantó y armó un nuevo disturbio porque, durante el conversatorio, una de nosotras mostró su foto y no recordó ni su nombre.

Al final salimos en las camionetas que habían dejado en medio de la calle los escoltas contratados para evitar las balas de Plata y sobrevivimos para contarla.