viernes, 9 de abril de 2010

Los más inteligentísimos escritores. Capítulo 8: sentido y sensibilidad

La Bobada Literaria está como una caja de panderos después de que se soltaron todos los malos escritores en la casa editorial estudio: esta vez, el bocadillo del día es la salida de Juan Gabriel Conrad Vaskinski, que al parecer era suficientemente bobo para superar a García Márketing pero no lo suficiente para competir con las plumas del vestido de Jaime Espinal o la pluma de escribir incoherencias de Leidi Gagamboa. Por su parte, Gabriel Ruiz-Navarro demostró ser una de las mayores promesas de las letras y letrinas nacionales al asegurarse una nueva impunidad –y no es porque sea socio fundador de este blog–.

Después de una apasionante semana de pasión de gavilanes, en este capítulo del reality más baboso de la televisión colombiana decidimos poner a prueba dos elementos clave en un autor contemporáneo: su sentido (de la orientación) y su sensibilidad, por lo general representada en la inclusión de personajes muy pobres, porque es que es muy feo eso de escribir en computador sin acordarse de los mendigos, como dijo el jurado invitado a presidir esta prueba, el neoyorquino Paul Auster –aunque en su caso, aclaró, él está más cerca de los pobres porque escribe en una máquina Olympia–. Auster leyó un fragmento de su libro Ciudad de cristal ante un auditorio reverente, que no se pudo quedar dormido porque Jaime Espinal estaba ensayando la puesta en escena de No problemo amigo, su incursión en el teatro multimediocre. Este es un fragmento de lo que Auster leyó:
He walked down Broadway to 72nd Street, turned east to Central Park West, and followed it to 59th Street and the statue of Columbus. There he turned east once again, moving along Central Park South until Madison Avenue, and then cut right, walking downtown to Grand Central Station. After circling haphazardly for a few blocks, he continued south for a mile, came to the juncture of Broadway and Fifth Avenue at 23rd Street, paused to look at the Flatiron Building, and then shifted course, taking a westward turn until he reached Seventh Avenue, at which point he veered left and progressed further downtown. At Sheridan Square he turned east again, ambling down Waverly Place, crossing Sixth Avenue, and continuing on to Washington Square. He walked through the arch and made his way south among the crowds, stopping momentarily to watch a juggler perform on a slack rope stretched between a light pole and a tree trunk...
Al parecer, Auster siguió leyendo durante un largo rato una de las escenas más tediosas de la literatura reciente, pero no sabremos qué dijo porque el practicante que hizo la transcripción llegó hasta aquí y dejó tirada la Olympia en la que estaba subiendo el discurso a internet; después de esto, chapuceando el español, Auster preguntó "¿dónde es el Olympia?", sin saber que ese es un pésimo y viejísimo chiste. En todo caso, todos aplaudieron y se pusieron de pie, se desperezaron y se dispusieron a felicitar al gringo, que les dijo que volvieran a sus puestos porque la lambonería podía interferir en su decisión y que él estaba en la casa editorial estudio para comprobar que todo fuera como una pequeña ciudad de cristal.

Voten, bobísimos lectores, con la tranquilidad de que quien deje el programa no se irá con las manos vacías, pues recibirá de manos del mismísimo Paul Auster una espectacular licuadora Oster.

Andrés Boyos, Vera
Nos damos cita para almorzar en un restaurante del Centro –Sandrita no acostumbra a ir por Calembures ni cafés chic de la zona norte a menos que esté de trabajo– en una hora, tiempo justo para llegar, meter la nave en un parqueadero y pasar por una librería a comprar sendas copias de un par de libros que hay en el mercado sobre Sarmiento. Apenas alcanzo a hojearlos camino a la cita. En cada esquina hay alguien pidiendo limosna: una supuesta campesina con un niño alquilado, un inválido sin prótesis, unos camines agresivos que también lavan vidrios. Apuesto que el conquistador español que fundó esta ciudad, todo un jurisconsulto según dicen, no se la hubiera imaginado tan deteriorada. Claro que en el Centro también venden esmeraldas, relojes robados, imágenes del Divino Niño, tamales, cocadas, cachivaches, polvos de queréme y extractos de ginseng dizque para mejorar la navegación a vela. Aparte de eso hay mucho almacén de discos y mucha sancochería.
PA: Limosneros, escenas kitsch, libros y zonas como la norte. Boyos merece llegar a la final de este ridículo programa.

Efraím Memima, Cinema Árbol
Ciudad Inmóvil, noviembre 24 de 1991
PA: Memima realmente creó un universo propio.

Gustá Bobo Lívar, Sin tetas no hay paraíso
En las calles se notaba un movimiento extraño y el ambiente estaba enrarecido. El tráfico se notaba inquieto, los conductores denotaban mucha inseguridad al conducir. Las bocinas de los autos contaminaban el ambiente. El viento no movía una sola hoja de los árboles y el sol no apareció en todo el día. Las caras de toda la gente que se paseaba por la circunvalar parecían sospechosas y los carros de la policía se movilizaban silenciosos, pero a toda velocidad.
PA: Los carros silenciosos que van a toda velocidad pasan del relato urbanístico al de ciencia ficción. Verbos tan acartonados como "denotar" no son los más ideales para hablar de una calle en la que confluyen los caras que parecen sospechosas.

Jaime Espinal, No es una historia de amor
—Entra tú —le dice Rave y la jala de la mano que detiene la puerta Le rodea la cintura La empuja contra la pared del ascensor La aprisiona con la fuerza justa Le roza los labios Le acaricia el pelo con fuerza contenida Le restriega la mano por la cara Por el cuello Por las tetas Por el vientre Por la cintura Por el culo Por detrás de los muslos Por delante Por la vagina y ahí para. Aprieta un poco. Ahí se queda. Mira a la Romero en los ojos y la ve abandonada a las ganas, al placer, a sentir. Sabe que no hay nada que los pueda parar ahora. Ella también sabe. Le manda la mano a la verga y la siente dura detrás del pantalón. Eso la acaba de perder en el vórtice sin frenos del sexo con Rave y en lugar de decir No Jorge, no, para, espera, no, ven, hablemos… le zafa el botón del jean Diesel, le saca la verga y le hace un blow job que este man se quiere morir.
PA: Antes de escribir esto, Espinal aclaró que el sexo es su ciudad. Él es tan sexy y tan original...

Miguel Ángel Manrique, Disturbio
“Uno se puede perder en este lugar si no sabe ubicarse”, pensó Elías arrastrando el carro de balineras. “Es simple, no es un problema de direcciones o calles y carreras, sino de puntos clave. Sitios por donde transita todo el mundo y que todos reconocen”. Calle de la portería, calle de la toma del agua, calle del cajoncito, calle de la risa; ciudad sumida en el olvido del maíz, calle de la soledad, calle del aseo, calle de los carritos; pequeña ciudad de peregrinos, calle de la cajita de agua, calle del socorro, calle del patio, calle del cedro; ciudad de nadie y ciudad de todos; calle de los plateros de San Lucas de Guarín, calle del consuelo, calle de la moneda, calle de Santo Tomás, calle de los carneros; ciudad del gris plomizo, calle del fantasma, calle de la yerma; ciudad del atardecer frío, calle de la cara de perro, calle sola, calle de los porrazos, chorrito de la esperanza.
PA: Puedo ver que los indigentes de Colombia son muy cultos, me gusta este país. Lástima que no reproduzcan el párrafo que sigue, que es casi igual pero más largo.

Mario Mendoza, Cobro de Sangre
Recordó que en 1984, cuando era profesor de literatura y se llamaba Efraín Espitia, los vendedores de libros y discos de segunda tenían sus casetas pintadas de rojo distribuidas a todo lo largo de la avenida 19, que las carreras 11 y 15 eran ambas de doble vía, que la avenida Caracas era un caos de buses y busetas que no respetaban ninguna norma de tránsito, y que el mercado de San Victorino era un laberinto de vendedores populares que ofrecían a los viandantes desde collares de oro puro hasta cucharas de palo. Nada de eso existía ahora, en el año 2001. Los vendedores ambulantes habían desaparecido, líneas de buses modernos que sólo se detenían en sus correspondientes estaciones construidas con metal y vidrio brillantes daban a la avenida Caracas un aire futurista, y grandes centros comerciales sobresalían por sus estructuras lujosas y sus diseños originales. Sin embargo, cuando descendió del bus en el centro de Bogotá y empezó a caminar hacia el Sur, se dio cuenta de que la miseria de una gran parte de la población seguía allí, intacta, y que la horda de harapientos, desempleados y mendigos trashumantes continuaba rezumando el mismo resentimiento y la misma pesadumbre de siempre.
(...)
Cerca de la media noche la acompañó hasta la casa y se regresó primero por la carrera Tercera y luego descendió por la calle 19 hacia el Occidente. Hacía frío y los recicladores de basura arrastraban sus carros de madera buscando cartones, plásticos, metales y papeles de todas las especies.
PA: Qué hombre tan sensible. Definitivamente sí es mucho animal. Literario.

Nanook Montt, El Eskimal y la mariposa
Frente al hall había un juzgado, y diagonal a éste, en la entrada de un parqueadero, tres indigentes fumaban bazuco y esparcían el olor dulzón por la calle. Un chino menudo y entrado en años, con la camisa remangada, blandía una escoba y maldecía a uno de ellos que con cobija de lana al hombro se había parado al lado del restaurante y comenzaba a espantarle los clientes. Tres casas más abajo del juzgado, una negra con delantal y gorro blanco sacaba del horno de la entrada una bandeja con pandebonos, bajo la mirada acechante de otro mendigo, que no soltaba la cobija ni el frasco de pegante de sus labios.
PA: Este hombre sí conoce la ciudad a fondo blanco, con sus habitantes sórdidos y el olor dulzón del bazuco, que no puede oler a nada que no sea dulzón.

Piedad Dubonnet, Siempre fue invierno
A esta hora la avenida todavía bulle, repleta de mensajeros y secretarias que salen de sus cursos nocturnos, y de colegiales retrasados y oficinistas que se han quedado en las tabernas a tomarse una copa. Entre todos ellos camina Ángel sin demasiada conciencia, como un actor de cine que concentrado en su parlamento se desplazara entre decorados dxe cartón. (…) Pasado el Parque Nacional baja a la trece, donde hoy viernes la gente está de rumba. En la esquina ve algunas prostitutas, rollizas, de tobillos firmes en sus tacones desafiantes. Los letreros se suceden: La rockola, Casino azul, El trocadero. A algunos de estos sitios, pequeños submundos penumbrosos, vino alguna vez con Franca a bailar salsa. (…) Baja por una escalera al subterráneo y timbra. Le abre un enano vestido de pantalón oscuro y camisa blanca. Se saludan con la distancia cordial de los viejos conocidos. En el primer salón la oscuridad es casi total y una multitud se aprieta en torno a las mesas, fumando y hablando en voz alta para contrarrestar el volumen de los parlantes.
PA: La inclusión del enano engrandece a la miseria de esa horrible ciudad que podría ser cualquier ciudad. ¿Pero tratar a los colegiales de retrasados no es políticamente incorrecto?

Ricky Ricón Silva Romero, Parece que va a llover
Son las siete y doce de la mañana, y Juana y el niño, sin mirarse ni dirigirse la palabra, porque ahora cada uno es un mundo ensimismado, cruzan la calle 93 y avanzan por la carrera 14, frente a Cinemanía, las cuatro salas de cine, y ahí, en esa solitaria bahía de cemento, sienten una voz que les habla detrás de la pared del frío.
(...)
Es la esquina de la 92 con 15. Un anciano que parece dibujado al carboncillo se le acerca y le dice: «ala, tú no tendrás por ahí una monedita que puedas facilitarme?», convertido en un vestigio abatido, el último bogotano de los de antes, y ella le sonríe y busca su billetera entre la aparatosa cartera de siempre, que más bien parece un morral de cuero negro, y cuando la encuentra saca una de sus monedas de 500 y la deja caer sobre la palma de la mano del mendigo, que es una palma lisa, de tierra, sin ninguna línea del destino.
PA: Me sentí como charlando con mi mamá.

Santiago Gagamboa, Perder es cuestión de método
Por educación primaria tuve, además de la vida, el libro abierto de la plaza de mercado.
(...)
Era horrible que esas cosas pasaran tan cerca de la gente civilizada. Por eso mordisqueaba con ansia la idea de irse a vivir a Londres. Soñaba con las camisas de Harrods y el mercadito de Camdem Town. O París: las tiendas de la rue Saint Honoré, las boutiques de los Campos Elíseos y las mil y una tiendas del barrio de la Ópera. Eso sí era vida, no esa cosa insulsa y desabrida que tenía que vivir a diario en Bogotá, con esas molestias y suciedades tan desagradables de ver por todos lados. Ayer, sin ir más lejos, le habían contado en el club que un tullido que lavaba vidrios en un semáforo le había metido la mano por la ventana del carro a la esposa de Cansino Prada. Le puso delante de la nariz un bollo de caca y le gritó: «Si no quiere comer mierda, señora, sáqueme por el lado un billetito de diez mil pesos». Casi le da un infarto, le dijeron, y él lo entendía. Qué asco.
PA: Qué asco. Pero claro, la gente real es así: los pobres educados en plazas de mercado y los ricos soñando con Europa. ¿Por qué no se van, no se van del país?

11 comentarios:

  1. uff, a estos les va a encantar la sociedad del semáforo...

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  2. Yo me quiero ganar la licuadora Oster y una visita a la mansión de Ricky Ricón, que debe ser una casa como las de su Gimnasio; "Después de todo" quiero una botella de Dubonnet acompañada de Boyos costeños, pero no sean malpensantes, "no es una historia de amor", porque para mí "siempre es invierno"; y, bueno, si no me gano la licuadora Oster, perder es cuestión de método, que yo no me voy con "Cobros de sangre" ni "Disturbios", "Vera" usted... No quiero tener "el amanecer de un marido" aunque sin tetas no haya paraíso, que ya me conformo con con ir a Cinema Paraiso, digo Arbol...

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  3. en serio se leyeron esos libros para hacer este reality? hay que ser muy desocupado en la vida, ala

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  4. ¡Espinal, Espinal, Espinal!
    Gracias por traerlo de vuelta, bobas.

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  5. Señor Anónimo, no se conforme con la licuadora Oster, ni con Cinema Paraiso, más bien vaya y compre Todo en otra parte, porque sino, es muy probable que le salga chimba la licuadora y terminen pagando Justos por Pecadores.

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  6. Ay, sí, Efraím Medina es tan original que firmó su Cinema Árbol desde Ciudad Inmóvil. No, pues, tan chévere, tan loco.

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  7. El anónimo de las 09:04 me hizo recordar los cuentachistes de Sábados felices; había uno santandereano que se inventaba retahilas temáticas, claro que de mejor calidad. Hay que tener en cuenta que míster anónimo escribe en caliente, es repentista e improvisador, no hace borradores ni prepara tanto. Esto sin plata no es lo mismo, hace falta el chimpandolfo. Mucho anónimo y poco indio.

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  8. Lo más bonito de este blog es que la gente se refiere la una a la otra como "anonimo de las (inserte hora aquí)", no me imagino cómo sería este blog si tuviera conversaciones en tiempo real, o chats que llaman...

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  9. @críticoliterario10 de abril de 2010, 1:09

    ¿chats que llaman a quién?

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  10. Será que estas niñas no reciben un dinerito o alguna donación para ver si este blog tiene más Plata? ¿organizamos una teletón?

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  11. Por supuesto, haga su donación a la cuetahorrito de La Bobada Ilimitada. No se imaginan cuánto necesitamos Plata.

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