lunes, 8 de mayo de 2017

Diccionario de autores colombianos para los nuevos autores colombianos

Ser escritor es muy difícil: hay que escribir sobre la tradición literaria del país teniendo en cuenta el contexto de la literatura mundial y hay que participar en entrevistas, mesas redondas, hilos tuiteros, cursos de escritura creativa y conversaciones de bar sobre la literatura colombiana, donde los demás esperan que uno suelte opiniones argumentadas sobre cada uno de los escritores de su país, y entre tanto evento y libros para escribir, ¿quién tiene tiempo de andar leyendo? Pero no se preocupen, jóvenes aspirantes (y jóvenes aspirantes a escritores), aquí les tenemos un diccionario de autores colombianos para que hablen con propiedad de sus colegas sin quedar como cada vez que Peñalosa abre la boca. Y recuerde que para ser escritor no hace falta escribir (y mucho menos leer).

Héctor Abad Faciolince
Diga que es el escritor más insoportablemente políticamente correcto. Pero la novela sobre su papá es conmovedora y preciosa.

Amalia Andrade
Diga que es mejor ilustradora que escritora, pretendiendo sonar elogioso pero sabiendo el sentido en que lo dice. Ni se le ocurra hablar mal de Amy; al contrario, extiéndase en elogios sobre su novela en Instagram y Spotify.

Ángela Becerra
Descalifique su obra como llena de cursilería. Si la conversación sobre ella tarda más de cinco segundos, compárela con Paulo Coelho, con Ricardo Arjona o con Hilda Strauss.

Piedad Bonnet
Sus novelas no están tan mal. Se lo dijo alguien de Alfaguara. 

Andrés Burgos
Su tuitero favorito. ¿Ah, también escribe libros?

Andrés Caicedo
Diga que su generación (la de usted) se mamó de él. Aunque no gane en argumentos, por lo menos ganará en redes.

Giuseppe Caputo
No se sonroje al decir que la novela de Caputo sobre el día que abrió un perfil en Grindr es conmovedora y poética. 

Rafael Chaparro Madiedo
Demuestre la pereza que le da hablar de él diciendo que su legado en la era digital es desastroso. Si está en un conversatorio, digamos, en el Hay Festival, encienda la polémica tuitera de Arcadia gritando que por culpa de Chaparro Madiedo los gatos están sobrevalorados.

Germán Espinosa
No hable de sus libros, pero cuídese de decir que era el más envidioso de los escritores. Si quiere ganarse una beca de escrituras creativas, diga que Espinosa era mejor que Gabo. 

Gabriel García Márquez
Diga que es un autor indiscutible, más allá del bien y el mal. Un “grande de las letras”. Y no olvide el “de las letras”, imprescindible para no sonar como el elogio semanal que hace cualquier tuitero a la columna de alguien con quien necesita quedar bien. Además, sea breve: ‘Gabo’ es mejor que el larguísimo ‘García Márquez’.

Margarita Rosa de Francisco
Su columnista favorita.

Santiago Gamboa
¿Ese no es un diplomático?

Tomás González
Diga que es uno de los dos mejores escritores vivos de Colombia. Escoja el segundo a su gusto, pero cuidado: si es poco conocido, usted va a quedar mejor. 

Jorge Isaacs
No entre en detalles sobre la lectura, pero diga que el libro no se llama La María sino María, y luego resalte la ignorancia de quienes recurren al artículo con un comentario jocoso.

Darío Jaramillo Agudelo
A usted le encantan sus correos electrónicos. Procure ser el primero en mencionar el más reciente correo con algo tan fácil como “¿leyeron el último?, estuvo fantástico”, así los demás pondrán el tema a andar y usted no tendrá que opinar nada.

Mario Mendoza
Diga que es muy buen profesor. 

Plinio Apuleyo Mendoza
Relaciónelo con la extrema derecha y quede divinamente.

R. H. Moreno-Durán
¿Quién?

Álvaro Mutis
Sencillo: diga que era mejor poeta que prosista y choque su copa con la de sus contertulios.

Candelario Obeso
Inclúyalo en sus conversaciones para que vean que usted es muy incluyente. 

William Ospina
Esta es la oportunidad para demostrar que usted también ha aprendido palabras rebuscadas en sus lecturas. De su estilo, por ejemplo, diga que es “farragoso”.

Rafael Pombo
Fácil: refiérase a él como el precursor del plagio en internet.

Margarita Posada
“Shes so 2009”. Dígalo así, en inglés.

Laura Restrepo
Diga que su mejor obra es Libro al Viento.

Daniel Samper Ospina
Si usted trabaja en Semana, diga que le encantan sus columnas, obras de teatro, libros y videos. De lo contrario, la respuesta es obvia.

Daniel Samper Pizano
Lástima que dejó el periodismo. ¿Para hacer literatura? Sí, lástima. O algo así: la incertidumbre es su amiga.

Ricardo Silva Romero
Su columnista favorito.

Evelio Rosero
El comodín perfecto para posar de que usted sabe mucho de literatura colombiana, así no haya leído ni las reseñas sobre Rosero. Diga cosas como que retrata a una Colombia profunda que no aparece en la novela urbana contemporánea y que, una vez se empieza, engancha al lector para siempre. Póngale picante a la conversación burlándose con sorna de quienes afirman que él es el secreto mejor guardado de las letras del país (“o sea: ¿quién no ha leído a Evelio?”).

Fernando Vallejo
De un tiempo para acá –digamos, desde Casablanca la bella– se ha vuelto un lugar común describir los libros y las intervenciones del viejito cascarrabias de Antioquia como “plagados de lugares comunes”: usted no sólo tiene que decirlo cada vez que él saque un libro, sino que debe decir que lo mejor que uno puede hacer es volver a sus primeras novelas (“bellísimas”); que ese es el consuelo que nos queda como lectores. Repita que sus discursos siempre son iguales, que sus peroratas son insoportables –recuerde: no tiene que leer ni escuchar nada de Vallejo–. Caiga en el cliché de denunciar sus clichés, y no olvide referirse a él como “el viejito cascarrabias”. Si usted tiene una revista, quéjese de que Vallejo no le quiso dar una entrevista.

Juan Gabriel Vásquez
Defina su prosa –nunca su estilo– como “notarial”.

lunes, 24 de abril de 2017

Los imperdibles de la Feria del Libro

Cómo es de cool la cooltura y cómo es de duro el periodismo: hay demasiados eventos culturales como para hacer un cubrimiento decente de cada uno. Por suerte, la vara de los medios en Colombia no está nada alta, lo que implica que hacer algo “decente” resulte relativamente fácil: basta con no cometer errores de concordancia y ya. Como llegó otra Feria del Libro de Bogotá, que para que suene aún más cool le dicen FILBo, quisimos ayudar a los periodistas que no saben qué libros recomendar esta vez publicando la guía que utilizan los medios para hacer sus listas de recomendaciones cada año. Esperamos que este tutorial facilite la labor de los periodistas coolturales, pues el periodismo no tiene por qué ser un trabajo exigente.

En esta Feria del Libro, recomiende:

Dos o tres libros nuevos de autores del canon
¿Ha oído hablar de algo que llaman canon? ¿Le suena aburridísimo? Puede que lo sea, pero con estos libros va a la fija: no necesita leerlos para que su jefe y sus colegas admitan que cada una de estas recomendaciones es un acierto (ellos tampoco necesitan leerlos para afirmar que son imperdibles). Se trata de los autores recomendados en cada medio de Colombia y el mundo, esos que todos aclaman. Piense en novedades o reediciones de Coetzee, McEwan, Murakami, Houellebecq o Vila-Matas. Y lo mejor: usted no debe hacer ningún esfuerzo por desarrollar un criterio propio, basta con copiar y pegar lo que diga Wikipedia que dijeron en El País de España para reseñar estas sobras.

El de su viejo amigo
Todo periodista viene con una novela debajo del brazo. Ese redactor que renunció hace años a su trabajo para ir a hacer una maestría en escrituras creativas en Culombia o en Enuaiú o en El Paso encontró el tiempo entre echada y echada de paso para hacer una tesis de grado di-vi-na que le encantó a un editor (que, por pura casualidad, también es amigo del redactor) ansioso por encontrar nuevos talentos narrativos hasta en las galletas de la fortuna. ¿Cómo no recomendar en su publicación el trabajo de grado de su viejo amigo? Si no le gustó o no lo entendió, incluso puede elogiar la portada. Y listo. El oficio más lindo del mundo es más lindo cuando se puede promover a los amigos y usar un hashtag creativo como #AbrilTodoAMil o #FelizDíaDelLibroPublicadoPorMiAmiwis.

El del comunicado de prensa
¿Su jefe le pidió que recomendara diez, veinte, cincuenta libros? Es una locura… ¿así quién tiene tiempo de alimentar su ego en redes sociales o de alcanzar el nivel ochocientos de Candy Crush? ¡Ni siquiera James Rodríguez! Pero no se preocupe: entre la necesidad de vender libros en las editoriales y su necesidad de llenar páginas existe, gracias al cielo de los emails, la bella costumbre del copy-paste (que, como todo, suena mejor en inglés). Además, así usted está ayudando a la generación de empleo: ¿de qué otra forma se justifica el trabajo de alguien en una oficina de Pi Ar que resume las contracubiertas de los libros en un correo electrónico?

Los del país invitado
Una búsqueda rápida en Google le arrojará los nombres de los autores favoritos de los lectores del país invitado. No se deje llevar por su criterio, guíese mejor por las ventas y los premios: si tal autor ganó el premio más prestigioso de su país, recomiéndelo a ojo cerrado, y si ha vendido muchos libros debe ser porque las publicaciones de su tierra han seguido los consejos de esta guía y lo han recomendado cada vez que han podido. Y si lo recomiendan en las publicaciones de otro país, ojalá europeo, ¿por qué no lo iba a recomendar usted, aun sin haberlo leído? Recuerde: lo importante no es recomendar las lecturas que a usted le gusten, sino sumarse al coro. 

Los de los favores
Como usted bien lo sabe, en el periodismo, como en cualquier otra mafia, los favores son una moneda de cambio. Los periodistas siempre están escribiendo libros, y si esta feria coincide con el lanzamiento de un periodista (que se cree) famoso, lo más correcto es que usted haga lo propio: recomiende los libros de sus colegas como si Hiroshima nunca hubiera sido escrito. Qué importa que el libro de este maestro sea una entrevista insoportable o simplemente la repetición de lo que repite en su columna que es una repetición de lo que dice en cada entrevista que es una repetición de lo que dice la gente en Twitter: usted no está donde está porque sabe quedar bien con sus lectores, sino con otros periodistas. No le dé vergüenza: compárelo con Capote, con Kapuscinski, con John Oliver… y no olvide usar el hashtag #grande cuando lo postee en Twitter.

lunes, 30 de enero de 2017

Enrique Peñalosa, personaje del mes en La Bobada Literaria

Nuestro personaje del mes es tan grande que vale por personaje del año pasado. Se trata de un político de los buenos: mentiroso, corrupto, mesiánico, megalómano, elitista y dueño de la verdad (y no estamos hablando de Donald Trump ni de su anticipada versión criolla). Es que este tipazo es todo un gerente, mrk, por fin vamos a recuperar los postes de Bogotá. Sin embargo, la verdadera razón por la que honramos a Enrique Peñalosa con la mayor distinción de 2016 es porque tiene la oficina de prensa más funcional: la pauta en los medios de comunicación disfrazada de periodismo. ¿Acaso se están gastando el erario de Bogotá en lavados de imagen de un bueno para nada? No se preocupen, contribuyentes, quienes pagaron la campaña del hoy alcalde de la capital son grandes anunciantes y los directores de los medios saben que si llegan a decir algo malo sobre Peñalo$a, esos anunciantes se bajarán del TransMilenio que paga sus salarios. Por eso, los más sensatos no dicen nada –ni bueno ni malo–, mientras que los más codiciosos incluso defienden al pusilánime llamándolo “incomprendido”.

No me comprenden porque no tienen un doctorado en manipulación de medios.

Claro, a pesar de lo que aprendimos de la clásica telenovela El inútil, nadie comprende cómo un niño rico se va un par de años a Europa y llega anunciando que hizo un doctorado. Un estudio de la Universidad La Gran Bobada demuestra que cinco de cada cuatro colombianos venden humo y, de hecho, la misma institución nos otorgó un doctorado Honoris Soacha por usar su red de wifi, lo que nos califica como especialistas en métodos modernos de digestión pública e investigación humorística. Como una vez fuimos a Billares Londres y no se nos cayó el techo encima, poseemos la autoridad para afirmar que a la gente de Londres le gusta bailar en casas viejas sin restaurar, así como Henri Penyalosè afirma que las señoras ricas de París prefieren montar en bus que en metro, gwon. Es que al menos Peñalosa no es un guiso, como ese tal Petro.

Aquí, el guapo y joven Quiquín navega por las aguas del río Bogotá en su árbol de navidad hecho con bicicletas públicas.

La gente tampoco comprende que los indigentes son un peligro para la gentrificación y que los caños son una vivienda digna, con alcantarillado y hasta jacuzzi cada vez que cae una tormenta en la ciudad porque San Pedro nos ama. O sea, los que vivimos en Rosales no tenemos tantos lujos. El desalojo del Bronx trajo muchos beneficios para Bogotá, así como el desalojo del Cartucho durante su primera administración trajo muchos beneficios para el Bronx. Ahora que los lotes de la zona se están engordando y se van a empezar a construir edificios para yuppies, el barrio se va a llamar Manhattan. Y lo mejor es que ya no hay que ir hasta el Bronx para comprar bazuco; las ollas ahora se encuentran en diferentes puntos de la ciudad. También les pintamos unas fachadas a los de Ciudad Bolívar para que no digan que ser pobre es muy feo.

Bogotá, mejor para todos mis patrocinadores.

Una de las cosas más incomprendidas del orgullo de Harvard (jardín infantil ubicado en la localidad de Suba) es que representa cabalmente la ideología del Partido Verde de Colombia, que no es ni partido ni verde. Decir que Peñalosa es ecologista es como creer que Uribe le carga el megáfono a alguien sin esperar nada a cambio. Fanático de los buses alimentados con gasolina –y de las comisiones por comprarlos–, enemigo de los cancerígenos trenes –porque no le dan comisión–, promotor de la construcción de puentes sobre los humedales –y de su conversión en inservibles parques acuáticos– y partidario de alzar viviendas y parques de ladrillo en reservas forestales –perdón, “potreros” que merecen la confianza inversionista de las ecológicas empresas constructoras–, el mayor interés de Enriquito a favor del medioambiente es la recolección de basuras que, por supuesto, cuesta millones de dólares y favorece a los mismos amiwis que le pagaron la campaña. Especialmente a los que fabrican unas canecas igualitas a las europeas, que se instalan al lado de las canecas antiguas (que aún sirven) para que a nadie se le olvide votar por la basura.

En esta foto no se alcanza a ver al venado, nueva mascota de la Alcaldía de Bogotá, un animal que deambula de manera silvestre por los parques de la ciudad gracias a Green Piss Peñalosa.

Es que todo se soluciona con TransMilenio, incluso la sequía en África y los viajes interplanetarios. Lo que más nos tranquiliza a los votantes del alcalde favorito de Boston –ciudad que no ha tenido que sufrir sus administraciones en carne propia– es que lleva a cabo toda su gestión con el mismo acierto de su visión ambiental:

Los metros elevados afean las ciudades. Vamos a hacer un metro elevado. TransMilenio es mejor que el metro pero el metro elevado es mejor que el metro no elevado que es mejor que TransMilenio elevado pero mejor que el metro, del mismo modo en sentido contrario. 

Lo importante, vemos, nunca es salvar la vida de quienes están en peligro, sino sancionar a quienes cometen una infracción. O mandarles el ESMAD, esa honrada institución que jamás comete abusos, que permite la libertad de expresión de los ignorantes que no comprenden que el sistema de transporte de Bogotá está tan bien planeado que hasta lo envidian en las capitales de Europa (Volvo es una de ellas), que deja trabajar a los vendedores ambulantes que no tienen ninguna otra opción de ingresos para pagar ese mismo sistema de transporte (baratísimo para el poder adquisitivo de los colombianos), que le da bolillo a los estudiantes que quisieran tener una mejor educación pública en lugar de privatizar empresas distritales que financien esa educación, que premia con lacrimógenos a las víctimas del sistema de salud y a los trabajadores de los hospitales públicos a los que se les reduce (aún más) su presupuesto, que nos permite a los ciudadanos de bien ver cómo torturan y asesinan toros mientras la chusma se mantiene enrejada. Mejor dicho: Bogotá, es mad para todos.

“El presupuesto de la cultura lo invertimos en estas fotos, para que vean que mis publirreportajes también tienen arte y que la salsa y el jazz son la misma cosa”, dice Peñalosa en exclusiva para la revista Jet Set

El único error que ha cometido el buen Peñalosa es que la mayoría de la gente sigue creyendo que su apellido se escribe Peñaloza. Tal vez porque confunden su gestión con la loza sucia.


“Y si no le gusta Peñalosa, ¿por qué no votó por Petro?”. La respuesta es obvia: porque Petro no fue candidato en las elecciones de 2014. Aunque no sobra decir que tampoco votamos por Petro: antes de que nos acusen de mamertos, les recordamos que nos acusaron de oligarcas cuando lo honramos como personaje del mes hace cinco años. Porque en Colombia la polarización es patrimonio cultural, el incomprendido Quique sabe usar el odio a su favor: todo lo que no ha hecho, todo lo que se ha robado, todo lo que ha dañado, todo el metro que no ha construido aunque estuviera aprobado, TODO es culpa de Petro. Y algo de razón tiene el Alcalde Jirafales: Petro no fue precisamente el sexto mejor alcalde del mundo, pero echarle la culpa de la incompetencia propia es, cuando menos, infantil. “¡Ta… ta… ta… ta… TA!”, grita Peñaloser cuando le dicen que limpiar los postes de la ciudad no cuenta como gestión en una ciudad con problemas ligeramente más graves que la contaminación visual. Y así, como si fuera un pez ilegal en un centro comercial, es como hemos recuperado Bogotá.

Pero al menos los postes están limpios.

Los bogotanos votaron por mí porque viven más elevados que un metro.