jueves, 4 de febrero de 2010

Se enfermaron las obras

La bobada literaria, interesada por los temas fundamentales de nuestro arte, como ya lo había demostrado visitando ArtBo y anunciando el premio Bobotero, decidió hacer una importante contratación: Vito Franco, el ocioso profesor de la Universidad de Palermo (el barrio bogotano) que diagnosticó que la Mona Lisa sufría de colesterol alto y un tumor benigno en una mano. Sentadas en el reputado restaurante de la Caracas con 47, la Mona Guisa –que también sufre de colesterol alto–, le propusimos la ambiciosa labor de hacer un diagnóstico de la obra de varios de los principales representantes de nuestras plásticas artes. El profesor, que tiene tanto tiempo que también había revelado que la infanta Margarita de Las meninas sufría de la tiroides, accedió gustoso, afirmando que le parecía “una delicia analizar el arte de un país tan enfermo como Colombia”. A continuación, una selección de obras representativas de nuestros maestros, seguidas de su Franco diagnóstico.



Los personajes de las obras de Fernando Botero no sufrían de obesidad, como lo hizo creer hábilmente el artista durante años y años. Esa carencia de expresión de los ojos pequeños y achinados no indica falta de talento, ni mucho menos. Tampoco lo es la gordura fofa. Por el contrario, las obras de Botero, a quien por ello le queda muy bien el remoquete de Bobotero, padecen en realidad del síndrome de Down. Para decirlo con contundencia, y sin querer ofender a nadie, los personajes de Botero son mongólicos.



El caso de la mayoría de las obras de Maripaz Jaramillo es más grave aún. Su ausencia de contornos refleja un gravísimo síntoma sicológico: la falta de definición. Pero lo que es peor es que la palidez de sus personajes, pese a la felicidad que parece embargarlos, sólo puede deberse a uno de los peores males de la actualidad: la hepatitis HP crónica.



Ómar Rayo, por su parte, padece de una enfermedad sin nombre aún, pero que me atrevería a definir como síndrome del apellido. Es por eso que todas sus obras son lo mismo: rayas y rayas y más rayas. ¡Mamma mía, que me parta un Ómar Rayo!



Sobre David Manzur no hay mucho que explicar: aquí hay algo de zoofilia y enfermedades equinas. Habría que encontrar un suceso traumático en su infancia para entender su obsesión con los caballos, pero para llegar tan profundo en la psique de un artista les tendría que pedir un poquito más de dinero. Tal vez Manzur quiso ser jinete con mirada perdida. Tal vez lo mejor sea recomendar una película de género inclasificable: Eqqus.



Con respecto a Ana Mercedes Hoyos no hay de qué preocuparse y puedo dar un parte de tranquilidad. El hecho de que la mayor parte de su obra se componga de bodegones y jugosas frutas –en un estado de descomposición poco apetitoso– no es un anacronismo, como muchos han dicho: simplemente, la artista tiene hambre.


En cuanto a Antonio Caro puedo decir que sufre de la enfermedad más común entre los artistas de las últimas décadas: la cleptomanía. Por eso, no sólo se robó la tipografía de la Coca-Cola, sino que ha logrado hurtar a críticos y a museos que compran sus obras como si fuera arte.



Esta obra de Nadín Ospina, por otra parte, sufre de un desorden de personalidad múltiple, por lo que es más propia del manicomio de Sibaté que de una galería, un museo o una sala de casa. El pobre personaje, que además tiene fiebre amarilla, no sabe bien si es un muñeco de Lego, un guerrillero, Pancho Villa, un falso positivo o un soldado. Pasa en las obras de Nadín, pasa en la vida real.

14 comentarios:

  1. yo creo que el verdadero mongólico es Fernando Botero, con el respeto que me merecen los mongólicos...

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  2. el trabajo de Antonio está muy Caro...

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  3. Hagan una obra ustedes, desgraciados, a ver si les queda bien. ¿No son pintores? Entonces no pueden comentar de pintura.

    Camilo Jiménez (inspirado en Juan Carlos Ensuncho).

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  4. Querid@ Camilo, si de algo puede hablar este blog es de arte: yo he vendido mis obras en la Galería Sesentaynueveochenta, hice una residencia artística en Israel y estoy manejando taxi en Cali como parte de un performance de la red de informantes. Como si fuera poco, todas las integrantes de La Bobada Literaria han realizado sendas pinturas desde sus años de jardín infantil.
    Así que mis amigas en Barcelona toda la autoridad para criticar el arte.
    Más bien, deja de ensunchar y dedícate a escribir una novela, a ver si eso te da autoridad para criticar la literatura.

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  5. Yo creo que a los personajes de Maripaz lo que les dio fue una feúra crónica que ni el odontoperiodista Marlon Becerra puede curar...

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  7. @críticoliterario4 de febrero de 2010, 10:33

    Yo hubiera metido a Tot, que además de tener el nombre más original del arte contemporáneo, sufre de lo mismo que Manzur pero con los gatos.

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  8. Las pinturas de Botero no merecen ni discusión, las de Rayo que definitivamente nos parta él, y creo que las novelas de E. Medina merecen un espacio en este listado del pintoresquismo nacional.

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  9. Camilo, no te pongas bravito, si quieres le damos gusto al público y decimos que tú eres un@ de nosotr@s, pero no elimines tus comentarios ni nos digas desgraciados, porque lo que somos es desgraciadas.

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  10. Exposicion el hospital de las pinturas, deje de leerlos unos dias y que cosas de las que me pierdo...
    Bravo

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  11. Me encanto de entrada el blog, que a la buena forma de criticar u opinar del arte Colombiano. Este fue mi primer encuentro con su blog seguiré al tanto...

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  12. El arte no es sagrado ni mucho menos los artistas, si el arte es algo es todo lo contrario a esa pantomima de lo intocable, buenos diagnósticos aunque algunos forzados, igual qué bueno leer estas vainas entre tantas buenas intenciones

    Marcelo Cézanne

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  13. Yo apoyo MUCHO a la bobada literaria, y así como apoyo sus brillantes comentarios muchas veces, repudio los ignorantes, Wittgenstein en su "Tractatus Logico-philosophicus" dice "de lo que no se sabe, es mejor callar" y DEFINITIVAMENTE no hay ni una pisca de conocimiento artístico en este post, aunque hay que resaltar que si esta es la manera en que los poco instruidos entienden a los artístas, es deber de los conocedores hacer algo

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