lunes, 30 de enero de 2017

Enrique Peñalosa, personaje del mes en La Bobada Literaria

Nuestro personaje del mes es tan grande que vale por personaje del año pasado. Se trata de un político de los buenos: mentiroso, corrupto, mesiánico, megalómano, elitista y dueño de la verdad (y no estamos hablando de Donald Trump ni de su anticipada versión criolla). Es que este tipazo es todo un gerente, mrk, por fin vamos a recuperar los postes de Bogotá. Sin embargo, la verdadera razón por la que honramos a Enrique Peñalosa con la mayor distinción de 2016 es porque tiene la oficina de prensa más funcional: la pauta en los medios de comunicación disfrazada de periodismo. ¿Acaso se están gastando el erario de Bogotá en lavados de imagen de un bueno para nada? No se preocupen, contribuyentes, quienes pagaron la campaña del hoy alcalde de la capital son grandes anunciantes y los directores de los medios saben que si llegan a decir algo malo sobre Peñalo$a, esos anunciantes se bajarán del TransMilenio que paga sus salarios. Por eso, los más sensatos no dicen nada –ni bueno ni malo–, mientras que los más codiciosos incluso defienden al pusilánime llamándolo “incomprendido”.

No me comprenden porque no tienen un doctorado en manipulación de medios.

Claro, a pesar de lo que aprendimos de la clásica telenovela El inútil, nadie comprende cómo un niño rico se va un par de años a Europa y llega anunciando que hizo un doctorado. Un estudio de la Universidad La Gran Bobada demuestra que cinco de cada cuatro colombianos venden humo y, de hecho, la misma institución nos otorgó un doctorado Honoris Soacha por usar su red de wifi, lo que nos califica como especialistas en métodos modernos de digestión pública e investigación humorística. Como una vez fuimos a Billares Londres y no se nos cayó el techo encima, poseemos la autoridad para afirmar que a la gente de Londres le gusta bailar en casas viejas sin restaurar, así como Henri Penyalosè afirma que las señoras ricas de París prefieren montar en bus que en metro, gwon. Es que al menos Peñalosa no es un guiso, como ese tal Petro.

Aquí, el guapo y joven Quiquín navega por las aguas del río Bogotá en su árbol de navidad hecho con bicicletas públicas.

La gente tampoco comprende que los indigentes son un peligro para la gentrificación y que los caños son una vivienda digna, con alcantarillado y hasta jacuzzi cada vez que cae una tormenta en la ciudad porque San Pedro nos ama. O sea, los que vivimos en Rosales no tenemos tantos lujos. El desalojo del Bronx trajo muchos beneficios para Bogotá, así como el desalojo del Cartucho durante su primera administración trajo muchos beneficios para el Bronx. Ahora que los lotes de la zona se están engordando y se van a empezar a construir edificios para yuppies, el barrio se va a llamar Manhattan. Y lo mejor es que ya no hay que ir hasta el Bronx para comprar bazuco; las ollas ahora se encuentran en diferentes puntos de la ciudad. También les pintamos unas fachadas a los de Ciudad Bolívar para que no digan que ser pobre es muy feo.

Bogotá, mejor para todos mis patrocinadores.

Una de las cosas más incomprendidas del orgullo de Harvard (jardín infantil ubicado en la localidad de Suba) es que representa cabalmente la ideología del Partido Verde de Colombia, que no es ni partido ni verde. Decir que Peñalosa es ecologista es como creer que Uribe le carga el megáfono a alguien sin esperar nada a cambio. Fanático de los buses alimentados con gasolina –y de las comisiones por comprarlos–, enemigo de los cancerígenos trenes –porque no le dan comisión–, promotor de la construcción de puentes sobre los humedales –y de su conversión en inservibles parques acuáticos– y partidario de alzar viviendas y parques de ladrillo en reservas forestales –perdón, “potreros” que merecen la confianza inversionista de las ecológicas empresas constructoras–, el mayor interés de Enriquito a favor del medioambiente es la recolección de basuras que, por supuesto, cuesta millones de dólares y favorece a los mismos amiwis que le pagaron la campaña. Especialmente a los que fabrican unas canecas igualitas a las europeas, que se instalan al lado de las canecas antiguas (que aún sirven) para que a nadie se le olvide votar por la basura.

En esta foto no se alcanza a ver al venado, nueva mascota de la Alcaldía de Bogotá, un animal que deambula de manera silvestre por los parques de la ciudad gracias a Green Piss Peñalosa.

Es que todo se soluciona con TransMilenio, incluso la sequía en África y los viajes interplanetarios. Lo que más nos tranquiliza a los votantes del alcalde favorito de Boston –ciudad que no ha tenido que sufrir sus administraciones en carne propia– es que lleva a cabo toda su gestión con el mismo acierto de su visión ambiental:

Los metros elevados afean las ciudades. Vamos a hacer un metro elevado. TransMilenio es mejor que el metro pero el metro elevado es mejor que el metro no elevado que es mejor que TransMilenio elevado pero mejor que el metro, del mismo modo en sentido contrario. 

Lo importante, vemos, nunca es salvar la vida de quienes están en peligro, sino sancionar a quienes cometen una infracción. O mandarles el ESMAD, esa honrada institución que jamás comete abusos, que permite la libertad de expresión de los ignorantes que no comprenden que el sistema de transporte de Bogotá está tan bien planeado que hasta lo envidian en las capitales de Europa (Volvo es una de ellas), que deja trabajar a los vendedores ambulantes que no tienen ninguna otra opción de ingresos para pagar ese mismo sistema de transporte (baratísimo para el poder adquisitivo de los colombianos), que le da bolillo a los estudiantes que quisieran tener una mejor educación pública en lugar de privatizar empresas distritales que financien esa educación, que premia con lacrimógenos a las víctimas del sistema de salud y a los trabajadores de los hospitales públicos a los que se les reduce (aún más) su presupuesto, que nos permite a los ciudadanos de bien ver cómo torturan y asesinan toros mientras la chusma se mantiene enrejada. Mejor dicho: Bogotá, es mad para todos.

“El presupuesto de la cultura lo invertimos en estas fotos, para que vean que mis publirreportajes también tienen arte y que la salsa y el jazz son la misma cosa”, dice Peñalosa en exclusiva para la revista Jet Set

El único error que ha cometido el buen Peñalosa es que la mayoría de la gente sigue creyendo que su apellido se escribe Peñaloza. Tal vez porque confunden su gestión con la loza sucia.


“Y si no le gusta Peñalosa, ¿por qué no votó por Petro?”. La respuesta es obvia: porque Petro no fue candidato en las elecciones de 2014. Aunque no sobra decir que tampoco votamos por Petro: antes de que nos acusen de mamertos, les recordamos que nos acusaron de oligarcas cuando lo honramos como personaje del mes hace cinco años. Porque en Colombia la polarización es patrimonio cultural, el incomprendido Quique sabe usar el odio a su favor: todo lo que no ha hecho, todo lo que se ha robado, todo lo que ha dañado, todo el metro que no ha construido aunque estuviera aprobado, TODO es culpa de Petro. Y algo de razón tiene el Alcalde Jirafales: Petro no fue precisamente el sexto mejor alcalde del mundo, pero echarle la culpa de la incompetencia propia es, cuando menos, infantil. “¡Ta… ta… ta… ta… TA!”, grita Peñaloser cuando le dicen que limpiar los postes de la ciudad no cuenta como gestión en una ciudad con problemas ligeramente más graves que la contaminación visual. Y así, como si fuera un pez ilegal en un centro comercial, es como hemos recuperado Bogotá.

Pero al menos los postes están limpios.

Los bogotanos votaron por mí porque viven más elevados que un metro.