domingo, 24 de febrero de 2013

El sacrificio de leer periodismo

En La Bobada Literaria también hay espacio para el análisis. Generalmente de muestras coprológicas, pero en contadas excepciones de hechos muy relevantes para la humanidad, como las columnas de Arcada, la revista favorita para recoger las muestras coprológicas de los perros de los intelectuales colombianos. Además, tenemos serios problemas de insomnio, y por eso decidimos contratar los servicios de la intelectual que dejó la ciudad y volvió al campo en carro, Carrolina Sanín –la segunda Sanín más brillante después de Noemí–, para que demostrara que leer y ver feministas es la mejor técnica para recuperar el sueño. Su debut en este grandilocuente blog es una sobreinterpretación de la prosopopeya y el oxímoron del esternocleidomastoideo de Margarita Posuda –es decir, de Adolfo Zableh–. El resultado es un somnífero que apesta más que nuestros análisis coprológicos.

El sacrificio de leer periodismo

Recientemente la revista SoHo publicó el testimonio de un periodista colombiano, Adodolfo Zazableh, que aceptó su invitación a hablar mal del fútbol para luego describir a los hinchas y posar de irreverente. Aunque aparentemente banal, la columna es de interés en un país donde los padres suelen dar a sus hijos nombres de equipos, donde es ya legendaria la exigencia goleadora de los narcotraficantes a los jugadores de los equipos que les pertenecen, y donde hay actualmente trece mil víctimas de la violencia en los estadios. Es tentador ironizar sobre el tema (yo misma lo intenté hace un tiempo con una especie de chiste o de performance que describí en estas pixeladas páginas y con el que creo haber fracasado, como con todo lo demás que he hecho) y no sería demasiado aburridor especular sobre los deseos homosexuales reprimidos que llevan a los hombres a querer que los jugadores le metan la pelota al equipo rival, o reflexionar sobre la fantasía parricida de hacerle fuerza al otro equipo.

Cuando supe del artículo de SoHo reaccioné indignada, porque indignarse está de moda. Para empezar, las columnas de opinión, con sus limitadas nociones de la imaginación y la experiencia, me parecen tan ignorantes del quehacer literario como todo lo que escribo. En el caso particular, el ejercicio de esa opinión me parecía acrítico y antifutbolista. El que un gago maleducado, costeño devenido en cachaco, aceptara ver un partido de fútbol con el único fin de publicitarlo en una revista que se presenta como “solo para hombres” constituía una manifestación lamentable de conformidad con la subordinación del hincha, conllevaba una irresponsable exhibición de venalidad en un país en el que el cuerpo y la vida suelen tener un precio, e implícitamente negaba la solidaridad a las personas cuya integridad física es vulnerada por el fanatismo y por Daniel Samper Ospina. Vi un símbolo nefasto en el caso de este hincha que para ser autor de su propia historia debía previamente modificar esa historia por encargo de Red Bull y cumplir con la condición de parecer irreverente.

Solo después de indignarme leí con atención, como cualquier tuitera –y eso que no tengo Twitter–. La lectura resultó menos provechosa que el enfado. Efectivamente, y sin que su autor lo haya querido o lo sepa, el texto dice cosas importantes (sobre las relaciones entre los hombres, sobre el sufrimiento del cuerpo del deportista, sobre el significado psicológico del gol). El testimonio se construye sobre tres ejes: en primer lugar, hay una comparación metafórica del fútbol con el cáncer (a pesar de Susan Sontag, casi de cliché), que trasunta (lo que sea que significa ese verbo), a pesar de las ansiosas declaraciones de ser “sexy”, un rechazo a la propia sexualidad (y cualquier cosa entre paréntesis para hacer aún más farragosa esta lectura); en segundo lugar, el texto trastabilla recurrentemente (como Zazableh cuando habla) en torno a la ambivalencia no asumida de la interacción entre el autor y su madre, quien se erige en figura central de la columna a pesar de que en esta (no esta columna sino la de Adodolfo) explícitamente se desestima la obvia relación del hincha con el gol más allá de la obliteración de la intersubjetividad supracultural y la filiación (el autor busca la aprobación materna, tiene complejo de Edipo, se refiere a su versión infantil de las madres “creen que a uno no le gustan… por su grandeza” y le ofrece su verborrea); y en tercer lugar, se recurre compulsivamente al imaginario del cretinismo, que, apoyado en una extraña personificación de los hinchas (que “hacen fieros y presumen” y son “clientes”, “se atribuyen logros que no les pertenecen“, “le dice D10s a Messi, CR7 a Cristiano Ronaldo”, etc.), señala la desintegración de la propia imagen. Para esto, el autor usa referentes coprolálicos en abundancia y sin justificación aparente (“¿Cómo identificar a un imbécil?” –en referencia a los hinchas, pero un lapsus me hace saber que se refiere a sí mismo–, “Me hace más feliz el fútbol que el sexo (¿?), aunque sea mejor en lo segundo que en lo primero” –en un indignante giro de machista jactancioso–, “el primer requisito para hacerse hincha de un equipo es ser tarado”, “le quitan a uno las ganas de vivir”, “parecen rutas en la ciudad para evitar trancones”, etc.). Dentro de este testimonio de autoflagelación es elocuente el sofisma que acomete el columnista al decir que son empresas, en lugar de los equipos, los edipos (que significa “quiero comerme a mi mamá” y que tradicionalmente remite al Edipo Rey, emblema de la culpa y el sacrificio: “Rocíame con el hisopo y seré limpio… exulten los huesos que machacaste Tú”).

En varias ocasiones la revista SoHo ha superpuesto imágenes futbolísticas con imágenes de mujeres desnudas, y valdría la pena preguntarse por qué insiste en hacer equivaler la explotación del cuerpo femenino con la imagen del hombre/dios en la cancha con otros veintiún hombres/gladiadores mientras los lectores/idiotas sólo ven la revista para matarse a pajas/masturbación. Mientras castiga una y otra vez el cuerpo (¿temido?, ¿aborrecido?, ¿sucio?) de la mujer, SoHo se empeña en hacer una especie de futbología cuyo sentido dista mucho de la irreverencia que cree ejercer.

He intentado mostrar aquí que el gesto de Adodolfo Zazableh puede recibirse como un producto cultural analizable; como el acto consciente e inconsciente de un periodista y perdiodista y no solo como la pose de un tartamudo y elocuente de las letras y letrinas. Si esta columna no ha servido para eso –cómo no si yo soy tan culta y analítica y estoy segura de que nadie se quedó dormido para llegar hasta este punto–, que sirva para pedir, por el dios de SoHo, que no llegue el día en que nuestra apatía permita que la prensa contrate una “columna de opinión” sobre los hinchas del golf. Vale.

16 comentarios:

  1. Jajajajajajaja...buenísimo!!!

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  2. Cierto, mumuy cicierto.....zzzzzzzzzzz

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  3. Excelente columna,lástima que no salga impresa para limpiarme el culo con ella!

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  4. "Obliteración de la intersubjetividad supracultural"? Como pretenciosa la señora.

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  5. Para no caer en pretensiones absurdas peores que las de Adolfo, primero, es necesario evitar la redundancia con conceptos Psicoanalíticos que se ven más que forzados.

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  6. Carolina Sanín es la típica estrecha y reprimida que con 5 aguardientes encima se vuelve la más puta y ordinaria de la fiesta. Es de las viejas que sólo se aguantan borrachas porque sobrias son inmamables. Muy buena columna la de hoy, no la de Sanín, que sí es un somnífero y para caballos.

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  7. Buena columna, una lastima que no hayan dicho nada sobre los sesudos, cabildosos y amorosos comentarios de esta señora en el facebook, ahí tienen material para nombrarla boba del año.

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  8. Al fusbol y a la misoginia dejenla sanín!
    Petarda aguardientera!

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  9. Bueno, ¿y para cuándo la Sanín como boba del mes?

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  10. Yo no entendí un carajo de esa mierda, pero debo admitir que por lo menos el costeño ese mojon de vez en cuando me saca una sonrisa a diferencia de la pedorra esa de sanin que aburre a un cactus

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  11. Señoras: reúno las condiciones para ser bobo del mes, y quiero serlo. Tengo un arribista espacio en Twitter - con nombre pretencioso -, @chkinbote, muchos amigos en facebook, y sobre todo, lo más importante, me creo escritor y columnista cada semana en la revista Cartel Urbano. Soy feo y tengo dos blogs. Me encanta la adulación y que no me lleven la contraria. Esperaré atento, pues mi carrera como erudito y literato jamás tendría sentido sin su coprológico apoyo. Suyo, Darío Rodríguez. (Algo más: desde niño sueño con imitar en belleza y presencia escénica a Plinio Apuleyo Mendoza, por si les sirve de algo).

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  12. Yo me aguanto más a Carolina que al pretencioso de Zableh.

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  13. Una costumbre anticuada y ridícula es referirse a una mujer como "la (apellido)"; en este caso como "La Sanín". El que escribió eso no debería proponer a alguien como "bobo del mes", pues es evidente que él mismo lo es.

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  14. Zableh cada vez parece más un Emo que en lugar de cortarse las venas habla de lo mucho que se masturba.

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