martes, 17 de noviembre de 2009

Lulito, el género erótico se acalora

La biodiversidad degénero también inunda nuestras letras, y por eso en La Bobada Literaria tenemos un espacio para ella, ellos y/o ellas. En esta ocasión se trata del regreso de Javier Hernández Franco, uno de los gestores guturales más importantes del movimiento LGBT. Después de Histeria del baúl rosado, La vida de los ortos, De regreso al baúl rosado y de haberse ganado el Indio Catalino por su excelente programa de televisión LGTV, locas por la televisión, Hernández Franco revoluciona el supermercado editorial con una idea avezada, novedosa y brillante: Lulito, la adaptación homosexual y libre de Lolita, el clásico literario de Vladimir Nabokov.

'Javi', como se le conoce en el ambiente, explicó a La Bobada Literaria que "desde que empecé por este camino quise adaptar Lolita, y en lo primero que pensé fue en llamarla Lolito, pero una experiencia reciente me hizo redefinir mi sexualidad y usar un nombre más colombiano, más actual: Lulito (no confundir con Culito, el periodista de La WC)". Influenciado por la poesía erótica –la única cosa más repugnante que las tarjetas de Timoteo–, Hernández mezcla canciones de Madonna, versos de Nidya Garzón y frases de Pedro Almodóvar en una obra llena de lugares nada comunes, a los que sólo el papel higiénico ha llegado.

El autor, que confesó a La Bobada que hubiera querido sacar su libro como homenaje a los 50 años de publicación de Lolita pero que no pudo porque no supo cuándo se celebraron, está terminando su libro de relatos precoces llamado El vértice amoroso y otros cuentos cortos de amor intelectual. A continuación, en exclusiva, en esta entrada por detrás presentamos apenas el inicio del primer capítulo de una adaptación de enorme envergadura:

Lulito
Lulito, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lu-li-to: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes, como si se estuviera apoyando en tu rosado culito, Lulito, Lulito mío.
Lulito, te quise hablar en inglés, light of my life, pero no me entendías, querías que te hablara en paisa, que te besara en paisa, que te tocara en paisa, que tocara tu culito paisa. Y yo, que soy caleño, estaba pletórico y afectado cuando te toqué, te toqué y me encontré con ese culito inolvidable, Lulito mío. Eras un muchachito sentado en la barra, un metro sesenta y seis de estatura con el pechito descubierto por tres botones desabrochados de tu camisa de seda negra. Eras un lulo en calzoncillitos Calvin Klein. No eras nada cuando firmabas, porque no sabías escribir. Pero en mis brazos eras siempre Lulito. Con tu flauta en mis labios sonaban conciertos de placer.

Ahora creo que me he venido. Es el momento de presentar al lector algunas consideraciones de orden genital. Entre los límites de los nueve y catorce años, surgen muchachitos que revelan a ciertos viejos embrujados, dos o tres veces mayores que ellos, su verdadera naturaleza: no humana, sino culítica (o sea demoníaca); propongo llamar lulitos a esos escogidos.

Si pedimos a un hombre que elija al niñito más bonito en las fotografías de un catálogo de ropa infantil, no siempre señalará al lulito. Hay que ser artista y loco, un poco aberrado y enfermo, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en la enhiesta verga para que, como un detector, reconozca de inmediato por signos inefables –el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas me prohiben enumerar– al pequeño lulito mortífero, ignorante de su fantástico poder. Al posarlos sobre mi boca olvido que soy mortal.

Lulito. Lu-li-to. Mi Lulito, mi perdición, mi desenfreno. Aún recuerdo las primeras palabras que te dije cuando nos conocimos: "Ve, sos un Lulito". Entonces me sonreiste con esa risita de angelito caído, y yo te convertí de inmediato en mi anhelito, mi gustico. Lulo y maíz, juntos somos un champús haciendo el amor.

5 comentarios:

  1. sensualidad, horrible sensualidad

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  2. Lulito y Maiz,
    al igual que Pernito y Tuerquita,
    presumen del feliz
    amor del mariquita;
    alquimia del champús convertido en caquita.

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  3. Es todo un homenaje a la palabra de moda por estos días en el ambiente boboliterario: la bibliodiversidad. ¡Arriba el cacorro de Javier Hernández!

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  4. la cacorrada literaria esta cada vez mas candente...
    felicitaciones Carlota, Julieta, fernadhiña, Pedrita y Josefa....El maestro Navokov debe estar encantado con todas ustedes mis Buterflys criollas, reinas de las praderas de la sabana cundiboyacense. Me las imagino a todas encima de un bulto de papa muy cahapinerunas tomando chicha y masturbando a lulito y bestializandolo por su redondo, obscuro, osculatorio y peludo culito.
    Sigan asi mis niñas... Y a proposito a lulito "Drag Queen Culito" lo hemos visto caminar muy parsimonioso por los bares de la caracas con 19 con un ejemplar de SoHobaco en pro de de su ronda saturnal y Venusina.

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  5. Ahora van a decir que las bobas atentan contra la comunidad LGBT... cuando son esperpentos como este los que atentan contra ella.
    QUE HORRORRRRRRRR

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