Las miembras de
La Bobada Literaria tenemos que empezar este nuevo capítulo de
El Desafío Literario: Los más inteligentísimos escritores hablando de Héctor Abad, que reclamó toda la semana porque nunca escribimos de él, ni de su sensibilidad, ni de sus tías, ni de la sensibilidad de sus tías, ni de las tías que lo leen, ni de las insensibles tías que aún no lo han leído. Pues bien, para que escriba, como prometió, un libro sobre la vida en la casa editorial estudio y no vaya de nuevo a El Cairo a escribir otro aburrido libro, como amenazó, señalamos que su comportamiento ha sido intachable y que incluso ha estado rascando las espaldas de todos los concursantes, a quienes Miguel Ángel Manrique les prendió las pulgas que traía en su mochila de lana virgen.
Piedad Dubonnet, en cambio, estuvo muy melancólica tras la salida de Íngrid, pues es la única mujer que queda en la casa editorial estudio. Poco antes de la nueva prueba escribió un poema que tituló "Carta a Íngrid Bête en Court: Soledad de dos", que dice:
Cuando ya no es posible caminar por la selva, ya no es posible detenerse,
ya no es ni siquiera posible sentarse a soñar,
se oye la soledad de Dios
sentimos el silencio de las dos quebrando los sonidos de la casa editorial estudio.
¿Y quién supo ni sabe, vieja Íngrid Bête en Court?
Ellos, que no son intelectuales, ¿qué van a saber ellos?
Vozna tu carcajada desde el cielo
del helicóptero estridente y feroz, pequeño buitre
de rabia en el corazón.
No sobra aclarar que a nadie le gustó el poema.
Cambiando de tema, tras una votación cuerpo a cuerpo con Plinio Apuleyo Mendoza, el eliminado de esta semana fue Evelio José Rosero. Cuando salió de la casa editorial estudio nadie se dio cuenta. Incluso Isabella le preguntó al portero quién era el que se había ido y el portero le mostró los documentos que se le olvidaron al salir: en uno se leía Evelio Rosero, en otro Evelio Rosero Diago, en otro Evelio José Rosero; a pesar de esto, Isabella no supo de quién se trataba. Por su parte, Nanook Montt estaba de plácemes y con su voz de Papá Noel hizo una grata celebración que se extendió hasta las diez de la mañana del día siguiente. Cuando despertó a las cuatro de la tarde recordó por qué era que estaba celebrando: porque se ganó la impunidad y no tendrá que escribir una escena erótica para este capítulo. Entonces, volvió a empezar a celebrar y todavía por ahí se escuchan sus profundas risotadas.
Para la prueba de hoy invitamos como jurado al erótico Manuel Rincón Domínguez (MARIDO), ganador del
Premio Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá 2006, quien fue recibido efusivamente por un Miguel Ángel Manrique que se dirigía a él como "maestro". La prueba se realizó en el sitio más erótico de la casa: la piscina, a la luz de la luna llena. Quiroz sirvió el Dubbonet y Piedad Dubonnet se pavoneó en un bikini que le ocultaba todas las pretensiones. Mientras Manrique se mecía en la hamaca wayúu, Ricky Ricón veía
Annie Hall y Vásquez jugaba al pirata, nuestro jurado leyó un fragmento de su cuento "Noche nórdica". El ruido de fondo era Coñazos, forzado a cantar un horrible vallenato –disculpen la redundancia– ante la insistencia de García Márketing, que botella en mano aplaudía sus estridentes versos y lo incitaba a seguir cantando, aduciendo que para eso lo habían traído. La voz de Rincón Domínguez entonó, solemne, el fragmento que lo justifica como jurado y que esperamos les infle a todos la banana:
Cerré los ojos y sentí como si mis hombros se unieran a los libros de mi biblioteca. Las curvas de mi cintura contra los lomos, la espalda contra las divisiones de la estantería. Mi izquierda se aferró a la madera mientras él deslizaba la mano entre mis piernas, la suave muñeca adorada, el índice penetrante e inolvidable. Mi otra mano se adhería al inestable andamiaje. Escuchaba la voz sólida y al mismo tiempo suave, como campanas de carrilón en un bosque. El oído palpitaba en mi vientre ante la melodía de sus palabras que absorbían el calor de mi corazón. Mi cara giró para dar paso a sus mordiscos. Mi amante excitaba ya no La montaña mágica, sino mis montañas mágicas. En el ir y venir entre lo mágico y lo montañoso de mis pezones, él navegaba con la lengua. Su humedad y la mía se fundían. Los olores nos embriagaban en un único aroma de celebración, de fiesta. Ya no podía agarrarme de nada más. Los libros caían uno a uno. Y él no tenía prisa, como si volar fuera su profesión. Concierto de piel y voz. Latente e inestable, mi biblioteca era testigo de las vibraciones de la carne. Crucificada contra los entrepaños y los libros por el piso, el Camino de Santiago sonreía. Mi Compostela se humedecía con la pasión. Mi cuello en sus labios, mis suaves dunas en su mano, mis piernas rendidas a sus dedos y mi sexo, cómplice, se abría al vaivén de su percha.
Cuando terminó de leer, únicamente Piedad Dubonnet lo ovacionó de pie. Los demás se hicieron los dormidos o salieron del baño después de vomitar. Sólo faltaba la llegada del gran
Eddie Santiago (ES), a quien su maestría a la hora de componer salsa porno lo califica como comentarista invitado. Después de que Isabella le abrió la puerta, el salsero saludó a los autores y los invitó a jugar con sus esferos. Estos fueron los resultados, pero antes hacemos una advertencia: este capítulo contiene escenas nada moderadas de sexo intelectual.
Andrés Boyos, VeraTe confieso que he tenido mis tiquismiquis con un par de fotógrafos. No hace mucho me pretendía Luis Portuondo, un cubano moreno y guapote, muy cotizado en el medio publicitario. Un par de amigas mías se derretían por encuerarse con él y hasta les hacía ilusión terminar la sesión de fotos en qué tremendo racamufle, de modo que cuando me llamó, me entró una curiosidad malsana y acepté hacer un catálogo de ropa con él. Moreno grande, insisto, muy atractivo Luis, pero a la hora de la verdad demasiado charlatán para mi gusto. Aparte de eso, fisgón mientras te cambias. (...) Todavía sentía el escozor sin placer en el sexo, un escozor de piel herida y la sensación de tener aún adentro al intruso.
ES: ¿Tiquismiquis? ¿Racamufle? Estos intelectuales no tienen idea de las palabras para hacer el amor. Qué aburrimento.
MARIDO: Si yo tuviera la biblioteca de Andrés Hoyos haría maravillas.
Antonio Caballero, Sin remedioLe besó los senos erguidos y olorosos, pecosos, suaves como la seda. Acarició con su mejilla la piel de su costado, donde el seno nacía, besó por fin los pezones rosados, oscuros, duros de sangre. Patricia tenía los brazos en cruz sobre el sofá, la garganta ofrecida, los ojos cerrados. Le besó los hombros y la curva del cuello, los ojos, los labios entreabiertos, la axila más lejana, sorprendido de que todo estuviera resultando tan fácil. ¿Era ya hora de quitarle los bluejeans, de sacar a la luz su culo prodigioso? No. Dos pasos adelante, un paso atrás, recomienda Lenin.
ES: Todo iba tan bien y se lo viene a tirar con ese tal Lenin. ¡El paso hay que darlo adelante, compay!
MARIDO: Lenin ubica al lector en toda una época mientras los besos en la axila hacen lo propio con este revolucionario del sexo. Magistral.
Moe Quiroz, Justos por pecadores
Yo estaba mudo, inmóvil, dominado por el pánico, cuando sentí que el padre comenzaba a limpiarme, primero la camisa y luego el pantalón, hasta que sus manos se detuvieron sobre mi miembro, que andaba tan asustado como yo. Cambió de pañuelo y me frotó con fuerza entre las piernas, de manera repetida, mientras pronunciaba palabras incomprensibles. Cada vez se acercaba más, hasta que su cuerpo estuvo casi todo encima del mío. Supuse que era un castigo y no fui capaz de retirarlo ni de pedirle que se detuviera. (...), me agarró con fuerza la mano derecha y la presionó con fuerza sobre la tela delgada de la sotana sobre su verga, y movió su mano sobre la mía al tiempo que decía "acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás...", hasta que sentí que ahora era su miembro el que vomitaba.
ES: Cómo así, ¿los curas tocan a los niños? Igual, vende.
MARIDO: Sencillamente magistral, pero me parece que desaprovechó un elemento clave: la Biblia.
Gabriel García Márketing, El amor en los tiempos del cóleraÉl puso todo su empeño en enseñarle las trapisondas que había visto hacer a otros por los agujeros del hotel de paso, así como las fórmulas teóricas pregonadas por Lotario Thugut en sus noches de juerga. La incitó a dejarse ver mientras hacían el amor, a cambiar la posición convencional del misionero por la de la bicicleta de mar, o del pollo a la parrilla, o del ángel descuatizado, y estuvieron a punto de romperse la vida al reventarse los hicos cuando trataban de inventar algo distinto en una hamaca.
ES: ¡Ay!, voy a iniciar negociaciones para comprarle al tal Gabo los derechos de este párrafo. Podría hacer una canción que se llame "Bicicleta de mar".
MARIDO: Magistral, pero pudo haber citado al
Kamasutra, o algo que le dé nivel literario.
Gustá Bobo Lívar, Sin tetas no hay paraísoDe repente el cuerpo de Catalina se estremeció. Sin lubricación alguna, el bestial hombre la penetró. La niña sintió el peor dolor de su vida. Su boca se abrió por completo como un resorte y sus uñas se clavaron en la espalda de "Caballo", ahogando un grito lastimero que atravesó su alma y que le arrancó una docena de lágrimas inmensas que rodaron por el cuello del poseído animal que, habiendo entrado en ritmo, no paraba de moverse sobre ella con total angustia, desespero e irresponsabilidad (...). Un nudo se quedó a vivir en la garganta de la nueva mujercita que no salía de su asombro al verse llena de sangre y sin haber disfrutado en lo más mínimo, de los manjares del sexo (...). Esta vez se relajó y mientras lloraba de dolor, en el alma y en la vagina, dejó que la poseyeran los dos hombres y las reminicencias.
ES: Frases como "que la poseyeran los dos hombres y las reminicencias" y "habiendo entrado en ritmo" me dan ganas de dejar de componer, hermano. Es pura poesía, qué sensualidad.
MARIDO: Tremenda sutileza la de que el tipo, además, se apode "Caballo". Magistral.
Héctor Abad Facho Lince: “Solitario”, Palabras sueltasOh hipócrita lector, mi semejante, mi hermanito, no lo niegues. Tú también, alguna vez en tu intachable vida (recientemente, o mañana, o en tu lejana adolescencia o en tu remota infancia) habrás estado «amancebado con tu mano», como decía Quevedo. También tú habrás practicado el vicio abominable. Costumbre ambigua, sin duda, pues como decía el sabio de nombre Segismundo (intercalando el francés a su alemán nativo) «sucede simplemente que la masturbación, como tantas otras cosas, tiene les défauts de ses vertus, y recíprocamente, les vertus de ses défauts».
ES: ¿Pero qué coño es esto, compay? ¿A quién se le ocurre el sexo con sabios y con idiomas raros? Yo no entendí nada, ¿dónde están las sábanas blancas?
MARIDO: Magistral, es de estos párrafos que te hacen sonrojar. Qué envidia.
Juan Gabriel Conrad, "Recuperación" incluído en la antología Aaaaahhh! Doce relatos eróticosNo sé qué planes tenía antes de bajar; pero lo que hizo, apenas vio la cerámica, fue quitármela de la mano, y con la otra me tomó de la muñeca y llevó mis dedos bajo la falda y hacia su sexo desnudo. Recuerdo el contraste entre el barro frío de la figura y el calor de su vulva, entre el agua condensada sobre el vello y la cerámica seca.
ES: Qué muchacho tan ochentero. Debía ser virgen cuando escribió esto, una clara evocación de las pajitas que uno se echa viendo
Ghost, la sombra del amorth.
MARIDO: Magistral. Nunca se me habría ocurrido una escena sexual haciendo una cerámica. Voy a anotarlo en mi
moleskine.
Miguel Ángel Manrique, DisturbioSe bebió la copa de un trago. Entonces comenzó a desear a esos efebos. Quería que las manos de Omar Hernández rozaran su cuerpo, que los labios de Erney Fonseca mordieran sus senos, que la verga de Braulio Cepeda penetrara su culo, que Manuel Martínez la poseyera, sí, el bruto de Manuel, el tímido Manuel, Manuel; mientras se acariciaba, Victoria Trujillo sintió un espasmo en el pubis; luego, una tibia corriente de placer recorrió su columna vertebral e invadió su cabeza. Cerró los ojos, separó las piernas y un viejo río subterráneo emanó de su cuerpo como un géiser.
ES: Lo de que el río subterráneo esté viejo no es nada sensual.
MARIDO: Magistral, sentí como si la tibia corriente de placer recorriera mi propia columna vertebral. Pero le faltan referentes cultos.
Óscar Coñazos, Batallas en el monte de Venus
No era la primera vez que sentía el endurecimiento de los pezones ni la primera vez que, con prudencia y casi con temor, acariciaba la felpuda superficie de su sexo, sabiéndose incapaz de explorar más allá de la estrecha puerta de entrada, su cajita de sorpresas, como la llamaba de niña. (...) La yema que recorría el extremo superior de la pared tibia y humeda tropezó con algo que se endurecía. (...), ni que la pelvis se sacudiera espasmódicamente y la cintura rotara al ritmo de la mano curiosa y amable.
ES: Literalmente, ¡coño!
MARIDO: Magistral. El maestro no sólo es experto en geografía garciamarquiana, también en geografía venusiana. Pudo haber mencionado algún juglar vallenato para complementar.
Piedad Dubonnet, Siempre fue inviernoNunca antes ha estado en un motel. (...) Cuando sus ojos se cruzan con los de Ángel siente algo así como un ramalazo: hay en su mirada un deseo tan implacable, tan urgente, tan lleno de determinación, que la remite de inmediato a la crueldad. En efecto, Ángel la despoja rápidamente de la falda y le baja las medias con un ademán preciso y casi violento. La reacción de Franca es de excitación: el lugar extraño, la sensación de haber traicionado a su amante, la visión renovada, en aquel escenario de pacotilla, del cuerpo sano y atlético de Ángel, el olor, aquel olor indescriptible, y su brusca forma de hacerle hoy el amor, llena de una imaginación casi perversa, la exacerban. Se crispa, se extiende, se exhibe, sin pudor ninguno. Pronuncia a su oído frases jamás pronunciadas. Lame sus orejas, su cuello, su ombligo. Y gime, gime, porque sabe que en este lugarcito sórdido no hay límites, y que ella repite cientos de gestos que otros ya hicieron entre esas mismas paredes.
ES: Eso de "las frases jamás pronunciadas" es un plagio de
La noche más linda del mundo, de la orquesta Bronco. Igual, la escena de motel siempre logra excitar.
MARIDO: Magistral, tiene olores indescriptibles y formas bruscas de hacer el amor. Simplemente brillante.
Plinio Apuleyo Mendoza, Primeras palabras Creo que lo mejor que hice por ella fue regalarle la espléndida biografía de Bolivar de Gillete Saurat. ¿Lo entenderá alguien? Bolívar derrotó al mal duende de Fina. Fina quedó deslumbrada con Bolívar. Lo entendió mejor que nadie.
ES: Lo que no entiendo es cómo Marvel Comics Moreno quedó deslumbrada con este tal Plinio. Tampoco sé quién es Marvel Comics Moreno.
MARIDO: Gutten Tag, Herr Plinio! ¿Eso es lo más erótico que se le ocurre? Exijo una explicación.
Ricardo Silva Romero, "El único que vive en Bogotá", incluído en la antología Aaaaahhh! Doce relatos eróticosVa hasta la habitación de sus papás, al fondo del apartamento, y busca, en la mesa de noche de su mamá, la última revista Vanidades. Encuentra, también, una caja de condones. Le molesta. Sabe que sus papás han tenido una buena relación toda la vida pero -y esta es otra exclusiva, porque en público se las da de libertino- no quería saber que en ese cuarto, al que acudía en los insomnios de su infancia, se llevaban a cabo condonaciones.
ES: Este muchacho como que se equivocó de concurso. ¿Dónde están las caricias? ¿Dónde están los roces? Además, sin condón es más rico, mami.
MARIDO: Magistral. La inclusión de la revista
Vanidades le da un aire de cultura pop, de referente culto pero
chic que le da fuerza al relato. Debió haber puesto la marca de los condones.