Daniel Samper Ospina demostró su talento desde niño.
Aunque su meteórica carrera se resume en que es hijo de Daniel Samper Pizano, trataremos de profundizar en algo que carece de toda profundidad: Daniel Samper Junior se dio a conocer a través de su alter ego, Ramoncito (el de Dejémonos de vainas), antes de demostrar que las bobadas que decía y hacía el actor que lo representaba en la pantalla eran apenas un pálido reflejo de su posterior realidad. En el colegio de los presidentes de Colombia, de donde también salió su tío Ernesto, dirigió El Aguilucho, el periódico escolar que demuestra que los ricos sí que ríen. Después, empezó a reunirse con sus amigos para discutir columnas de opinión –una actividad tan aburrida que ni siquiera a William Ospina se le podría haber ocurrido– y, algunos chismosos afirman, se dedicó a vender revistas porno entre sus compañeros de clase (social y académica), hechos que lo marcaron para su futuro como cheerleader de opinión, cuentachistes de noveno de bachillerato y director de soft porn. Como buen hijo de periodista, lo maduraron a punta de periódico y muy pronto tuvo su propia columna en Cromos y su espacio para hablar de fútbol en El Tiempo. De ahí, pasó a la prestigiosa Jet-Set, la revista más importante de aviación en Colombia, donde empezó a darse cuenta de que reciclar chistes malos (como los que han leído a lo largo de este blog) es la fórmula del éxito en el país de Andrés López (y Felipe López).
Las ideas de Daniel Samper Ospina, como su pelo, se fueron acabando durante los años hasta prácticamente desaperecer. Y sí: apelamos a un chiste sobre el físico, pero en su honor.
Al frente de SoHo, su medio natural, Jamoncito hizo importantes aportes al periodismo como acuñar el término gurrecito arrechante para referirse a las modelos a las que ponía en portada sin pagarles o empelotar a Yidis Medina y hacerles creer a miles de despistados que eso es innnovador. También descubrió el novedoso método de inflar cifras, preguntando en los estudios de medios si la gente conocía SoHo, no si la leía, para luego salir a afirmar que SoHo era la revista más leída del país después, por supuesto, de Tv y Novelas. Además, reunió en sus páginas a plumillas perfectamente desechables como Efraim Medina Reyes y Jorge Franco, y aunque no pudo hacerles escribir mejor, al menos le arregló la nariz a uno de ellos -quien, en todo caso, no se ha dado cuenta de cuánto apesta-. Su arrollador talento para satisfacer los gustos de pajizos, indignados por-eso-estamos-como-estamos y chistosos de oficina por igual, ha marcado un hito del tamaño de un chito en nuestro perdiodismo:
Tras decidir seguir los pasos del papá, buscó alguna forma de distinguirse: mientras Daniel Samper Pizano trató varios temas durante sus décadas de periodista con sentido del humor, Junior es absolutamente monotemático y chabacano, casi el exacto opuesto del papá. Y el problema no es que sea absolutamente repetitivo. El problema no es que sea absolutamente repetitivo. El problema no es que sea repetitivo. El problema está en que los chistes que no dan risa ni siquiera son suyos: sus columnas sobre la indignación de la hora en Twitter son compilaciones de los chistes de la hora en Twitter. Y no de él, sino de tuiteros sin ninguna gracia (perdón por la redundancia), como nosotros. Es decir, trolls y demás personajes de la nefasta fauna de Twitter que tienen la profundidad de pensamiento de, digamos, Suso El Paspi. En conclusión, ustedes, bobos lectores y tuiteros con más de diez retuits, ya se ganaron un Simón Bolívar. ¡Felicitaciones a todos!
Para la muestra sólo un mojón. Esta genialidad del humor salió el 11 de agosto de 2011:
Por supuesto, a nosotros tampoco nos dio risa, pero a nuestro Jamón Bolívar sí, como lo demostró nueve días después:
Y ponemos ese único ejemplo para que no vayan a demandar al Milli Vanilli de nuestro humor, porque seguro a ustedes también les ha robado tuits. Después de todo, estamos en el país donde todo se hace a espaldas de los demás, sin importar si se trata de recibir dineros para una campaña presidencial o de recibir tuits para una columna en Semana. En lugar de dar más ejemplos (lo que significaría desbaratar cualquiera de sus columnas), sólo queremos recordar que su sentido del humor es tan grande que incluso lo invitaron a un reality:
Este chiste merece un RT, también conocido como "risas pregrabadas".
Milli Samperilli también se ha convertido en el Carlos Calero del periodismo, y se lo puede ver presentando libros chistosísisisisimos, asistiendo a conversatorios profundísisisisisimos y moderando encuentros de egos grandotototes donde lo único que se espera de él es que diga uno de sus chistes de siempre para que la audiencia oiga lo que está esperando y se vaya para la casa pensando que la pasó muy bien. Porque el público culto no ve Sábados Felices, no; va a eventos en el Gimnasio Posmoderno o el Jey Féstival, aunque el contenido en uno y otros termine siendo prácticamente el mismo. Es una cuestión de consumo, algo de lo que el Profesor Samper O entiende muy bien, pues, en competencia con Ricardo Silva, él también publica un libro cada Navidad y/o cada Feria del Libro: el Dago García de nuestras letras y letrinas arruma una cantidad de sus columnas cada año y las publica en forma de libro para que en diciembre tengamos con qué demostrar a nuestras enemistades todo nuestro desprecio. Son tantas sus sobras literarias -las equivalentes impresas de El Paseo, El Paseo 2, 3 y 4- y tan mal editadas, que apenas recordamos una, El club de los lagartos, porque es la que mejor define sus reconocimientos literarios y periodísticos.
¿Qué sería de un escritor sin la mano en la barbilla? Aquí, mientras escribe su columna, una actividad que los demás conocemos como "revisar Twitter".
No nos queremos extender en su fértil carrera editorial. Para identificar su calidad simplemente hay que conectarse a Twitter un domingo y ver los miles de RT de quienes le rascan la espalda o dar una mirada rápida a sus libros en Panamericana, que apenas con la calidad diseñística de sus portadas ya dan lástima. Esas portadas están hechas, por supuesto, por otros #grandes de la superioridad moral online.
Cuenta la leyenda que @DanielSamperO se duerme contando retuits.
Por supuesto, como buen periodicaturista colombiano, nadie puede hacer chistes sobre Dago Samper Arjona (ríanse, porfisss). Es que una cosa es el buen gusto que representa decirle gordo y tragón a Angelino Garzón (y, aun más fino, burlarse del nombre Angelino) y otra es el mal gusto de señalar los predecibles chistes de Samperino, como hicimos en esta entrada que estuvo nominada al Premio Simón Gaviria de Periodismo porque nadie la leyó. Con lágrimas en los ojos (y cuentas bancarias en ceros porque ya nadie nos contrata), debemos contarle al mundo que a partir de ese día nos cerraron las puertas en SoHo. Y pensar que que una vez nos empelotamos junto a otras sextuiteras :,(
Por lo demás, sólo nos queda decir que Raniel Samped renunció a SoHo cuando hasta Donjuán está vendiendo más que la revista porno de Semana. ¡Sálvese quien pueda!
"Ya les vetaron la entrada en la Casa Editorial El Tiempo, ahora olvídense de volverse a empelotar en SoHo".