La expedición del vicentenario de la dependencia

En La Bobada Literaria estamos anonadados con las celebraciones del bicentenario. Tantos globos invisibles y expediciones de artistas bañados en bloqueador solar por los ríos de Colombia nos han puesto a reflexionar, como querían los funcionarios que organizan las necesarias conmemoraciones. Y, juiciosos, nos hemos preguntado, por ejemplo, ¿a quién se le ocurre independizarse de España para que en lugar de que nos robe la plata la corona nos la robe el sombrero vueltiao? ¿Por qué le hicimos caso al enano fascista Simón Bolívar? ¿Por qué, si era un visionario, no previó lo difícil que sería para los colombianos sacar una visa incluso para ir a Guatemala? ¿Por qué, maldita sea, nos embarcamos en esta eterna patria boba?

Por eso, y siempre comprometidos con el mejoramiento del país y con el desperdicio del erario público, proponemos hoy la expedición por el río Bogotá "Grito de la dependencia", que reunirá a importantísimos artistas amigos de 8000 –sí, él tiene amigos, casi todos son indigentes o artezánganos del Parque Lourdes, pero tiene– en un recorrido que empezará en el Alto de la Calavera y terminará con unas onces de mazorca en el Salto del Tequendama, mientras la emblemática barca de Marco Polo de Mundo Aventura –intervenida rápida y audazmente para la ocasión ante el repentino daño de la barca biarticulada que se había hecho interviniendo uno de los nuevos Transmilenios– se va a pique con la espectacularidad que les gusta a los funcionarios de la Alcaldía. Todo con la intención de recuperar la dependencia que nos tenía jodidos antes de que nos termináramos de joder por nuestra cuenta. Aprovechando la ocasión, el alcalde de Bogotá, María Eugenia Rojas, hará una demostración de los gritos de dependencia con los que dirige a El Moreno.

En Villapinzón, los artistas tendrán la oportunidad de vengarse de los empleados de las curtiembres por la contaminación que causan a nuestra importante vena fluvial, regalándoles algunas obras de Nadín Ospina con motivos prehispánicos y otras tantas de su hermano y opositor artístico, Todín, en las que figuras grecorromanas asumen roles de Asterix y Obelix. Para mortificar a los ciudadanos, hemos contratado una vez más a un cantante que viene más a Bogotá que Juan Villoro, Vicente Fernández, con el fin de que cante durante todo el recorrido con aires de gondolero en una presentación que llamaremos "El Vicentenario".

A los bogotanos que se aguanten más de tres canciones y que demuestren haber terminado un libro de Jorge Franco, les daremos como reconocimiento a su mal gusto tres bolsitas de azúcar Manuelita y una estatuilla de Manuelita Sáenz, ganadora del premio Planeta Vicentenario y escupida en plastilina por Miguel Ángel Rojas.

Al final del recorrido, y ya que los poetas lo consideran un narrador y los narradores un poeta y nadie se atreve a aceptarlo como colega, reconoceremos el aporte de Álvaro Mutis a las letras y letrinas nacionales y le daremos gusto en sus delirios monárquicos nombrándolo virrey de estas tierras (cargo que puede desempeñar desde su autoexilio en México, pues un virrey es tan inútil como un vicepresidente o como un jefe de prensa).

El resultado de esta expedición, que tendrá un costo aproximado de 8.000 millones de pesos, se expondrá en una muestra colectiva de los artistas que acompañan a 8000 –quien además tendrá su propia muestra individual, a la que sólo podrá asistir un individuo–, en el marco de la puerta de su casa taller y de la celebración del primer año de la celebración del bicentenario.